Krishnamurti es sin duda uno de los seres más
influyentes del siglo XX. Desde niño fue reclutado por la Sociedad Teosófica
donde se le dijo que serviría de canal para la venida del Señor del Mundo a la
Tierra. En torno a él se creó “La Orden de la Estrella” una secta muy poderosa donde
la gran mayoría de sus miembros formaban parte de la elite económica de Europa,
Estados Unidos e India. Cuando sus seguidores lo veían se inclinaban ante él e
incluso le besaban su pies. Siendo muy joven logró amasar una gran fortuna,
incluso uno de los miembros de la Sociedad Teosófica le regaló un castillo en
Holanda.
La Sociedad Teosófica fue fundada por la rusa Helena
Blavatsky. El postulado básico de esta organización es la búsqueda de la
inmortalidad del alma por medio del cumplimiento de una serie de rituales e
iniciaciones preestablecidas por la organización. Blavatsky, a pesar de haber
estudiado el hinduismo se opuso a la idea del Vedanta-Advaita que postula que no
hay nada que aprender. Según esta antigua tradición que data desde la época de
los Upanishad, el Ser que somos es Puro, perfecto y Eterno, por lo tanto no hay
nada que podamos agregarle.
Cuando estamos identificados con la mente, esta se
siente incompleta y cree que necesita obtener algo o hacer algún esfuerzo para
alcanzar una meta determinada. De la identificación con la mente surge la
mentira del proceso, es decir, que necesitamos seguir una serie de pasos
sucesivos para convertirnos en algo o para unirnos a Dios. Pues bien, nunca
hemos estado separados de Dios, eso es tan sólo un pensamiento. Aquel que está
identificado con la mente cree que es sus pensamientos y no puede aceptar que
la realización espiritual consiste únicamente en soltar la identificación con
lo que no somos (la mente y el ego) y aceptar lo que somos: Dios. Pero es
justamente la mente y el ego quienes no quieren que aceptemos esta verdad, ya
que eso significa su muerte. Por eso, nos llevan a creer que somos seres
incompletos que debemos completarnos por medio de algún proceso o vinculándonos
a alguna secta.
Los grandes Maestros que han venido a esta Tierra lo
han hecho con el propósito de enseñarnos a Despertar de nuestro sueño. ¿En qué
consiste el sueño? En haber olvidado lo que somos y creer que somos la mente que
piensa con su infinitud de recuerdos y anhelos. Es por ello que el Despertar es
tan fácil, y a la vez tan difícil para aquel que no quiere soltar la máscara
humana, la imagen que tiene de sí mismo, para aquel que tiene miedo de morir
como hombre para Ser lo que es.
Para Despertar, simplemente debemos crear una distancia
entre nuestros pensamientos y el Ser que somos, es decir, desarrollar la
habilidad de ver cada pensamiento y cada emoción como un observador externo. Si
hacemos esto, podemos comprobar cómo la mente y el ego pierden su poder.
Entonces se tornan incapaces de controlar nuestra vida y sus viejos patrones
empiezan a debilitarse rápidamente. Este es el camino de la iluminación que
enseña Buda. Pero para la mente esto es demasiado sencillo, ella necesita
procesos más complicados donde sienta que es mejor que otros por haber
atesorado conocimientos intelectuales o por realizar rituales repetitivos una y
otra vez. Así que la mente jamás podrá comprender la no-dualidad, y el Ser por
su parte no necesita comprender nada, Él simplemente es.
El único Maestro es el
Ser, y este ha hablado a través de Jesús, Buda o muchos otros para indicarnos
el camino de regreso a aquello que somos. Ellos vinieron a guiarnos a nuestro
Maestro interno. No hay que confundir esto con un autoengaño de la mente
creyendo que somos maestros, no se trata en absoluto de un proceso mental, es
justamente un momento donde la mente se hace a un lado y entramos en contacto
con el Ser Infinito que somos.
Estando aún muy joven, Krishnamurti
se dio cuenta de la mentira del proceso, y de la necesidad oculta de las
organizaciones como la Sociedad Teosófica de controlar la mente –y el bolsillo-
de sus seguidores. Así que decidió retirarse de allí. La mente de los teósofos interpretaron
en su actitud un acto de orgullo, sin embargo siendo objetivos podemos ver un
acto de suma humildad ya que renunció a todo el dinero que le habían dado, a su
fama y reconocimiento, entregó su gran castillo y sus automóviles y ya nadie
besaría sus pies de ahí en adelante. Esta es la carta de despedida de
Krishnamurti, quise copiarla íntegra, ya que cada palabra contiene una
profundidad inmensa que vale la pena evaluar lentamente:
“Esta mañana vamos a hablar de la
disolución de la Orden de la Estrella. Muchos se alegrarán y otros se sentirán
más bien tristes. Esta no es una cuestión de regocijo ni de tristeza, sino que
es algo inevitable, como voy a explicarlo. Seguramente recordarán la historia,
cuando el diablo y un amigo caminaban por una calle y vieron frente a ellos
cómo un hombre se detenía y recogía algo del suelo, lo miró y lo guardó en su
bolsillo. El amigo le preguntó al diablo: «¿Qué recogió ese hombre?». «Recogió
un trozo de la Verdad», le contestó el diablo. «Eso es entonces mal negocio
para ti», dijo su amigo. «Oh, no, en absoluto», replicó el diablo, «voy a dejar
que la organice».
Sostengo que la Verdad es una tierra
sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna
religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él
absoluta e incondicionalmente. La verdad, al ser ilimitada, incondicionada,
inabordable por ningún camino, no puede organizarse; ni puede formarse
organización alguna para conducir o forzar a la gente a seguir un sendero
particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán cuna imposible
es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no
pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se convertirá en algo muerto,
cristalizado, en un credo, en una secta, en una religión que debe imponerse a
los demás. Esto es lo que todo el mundo trata de hacer. La Verdad se
empequeñece y se transforma en un juguete para los débiles, para los que están
sólo momentáneamente descontentos. La Verdad no puede rebajarse, es más bien el
individuo quien debe hacer el esfuerzo de elevarse hacia ella. No pueden traer
la cumbre de la montaña al valle; si quieren alcanzar la cumbre de la montaña,
deben cruzar el valle, subir la cuesta, sin temor a los peligrosos precipicios.
De modo que esta es la primera razón,
desde mi punto de vista, por la que debe disolverse la Orden de la Estrella. A
pesar de esto, probablemente crearán otras Órdenes, seguirán perteneciendo a
otras organizaciones que buscan la Verdad. Yo no quiero pertenecer a ninguna
organización de tipo espiritual; por favor, comprendan esto. Puedo utilizar una
organización que me lleve a Londres, por ejemplo, esa es un tipo de
organización diferente, es simplemente mecánica, como el correo o el telégrafo.
Puedo utilizar un automóvil o un buque para viajar, tan sólo son mecanismos
físicos que nada tienen que ver con lo espiritual. De nuevo sostengo que
ninguna organización puede conducir al hombre a la espiritualidad.
Si para este propósito se crea una
organización, se convertirá en una muleta, en una debilidad, en una servidumbre
que por fuerza mutila al individuo y le impide crecer, establecer su unicidad,
que consiste en descubrir por sí mismo esa Verdad absoluta e incondicionada.
Por tanto, esa es otra razón por la cual he decidido, como máximo responsable
de la Orden de la Estrella, disolverla; nadie me ha persuadido para que tome
esta decisión. Esta no es ninguna gran proeza, porque no quiero seguidores, y
lo digo en serio. En el momento en que siguen a alguien, dejan de seguir a la
Verdad. No me preocupa si prestan o no prestan atención a lo que digo; quiero
hacer cierta cosa en el mundo y voy a hacerlo con resuelta determinación. Mí
único interés es una cosa esencial: Hacer que el hombre sea libre. Deseo
liberarlo de todas sus jaulas, de todos sus temores, y no crear religiones,
nuevas sectas, ni establecer nuevas teorías o filosofías. Como es natural, me
preguntarán por qué recorro el mundo hablando constantemente. Les diré por qué
razón lo hago. No por qué desee seguidores, no por qué desee un grupo especial
de discípulos selectos. [¡Cómo les gusta a los hombres ser diferentes de sus
semejantes, por ridículas, absurdas o triviales que puedan ser sus
distinciones!] No quiero alentar ese absurdo. No tengo discípulos ni apóstoles,
ya sea en la Tierra o en el reino espiritual. Tampoco es la tentación de
dinero, ni tampoco me atrae el deseo de vivir una vida cómoda. ¡Si quisiera
llevar una vida cómoda no vendría a este Campamento ni viviría en un país
húmedo! Estoy hablando con toda sinceridad porque quiero que esto quede claro
de una vez por todas; no deseo que estas discusiones infantiles se repitan año
tras año.
Un periodista que me entrevistó,
consideraba un acto grandioso disolver una organización en la cual militan
miles y miles de miembros. Para él, era una gran acción, porque me dijo: «¿Qué
hará usted después, de qué vivirá? No tendrá seguidores, la gente dejará de
escucharle». Con que sólo haya cinco personas que escuchen, que vivan con sus
rostros mirando hacia la eternidad, será suficiente. ¿De qué sirve tener miles
que no comprenden, que están por completo embalsamados en prejuicios, que no
quieren lo nuevo, sino que prefieren traducir lo nuevo para que se ajuste a sus
propias personalidades estériles y estancadas? Si hablo enérgicamente, por
favor, no me malinterpreten, no es por falta de compasión. Si acuden a un
cirujano para operarse, ¿es una falta de amabilidad si al operarle le causa
daño? De la misma manera, si hablo con claridad no es por falta de verdadero
afecto, sino todo lo contrario.
Como he dicho, sólo tengo un propósito:
Hacer que el hombre sea libre, impulsarlo hacia la libertad, ayudarle a romper
todas sus limitaciones, porque sólo eso le dará la felicidad eterna, le dará la
realización de sí mismo libre de condicionamiento.
Porque soy libre y no tengo
condicionamiento, todo, no una parte, no lo relativo, sino toda la Verdad que
es eterna, deseo que aquellos que buscan comprenderme sean libres; no para que
me sigan, no que hagan de mí una jaula para convertirla en una religión, en una
secta. Más bien deben liberarse de todos sus miedos: del miedo de la religión,
del miedo de la salvación, del miedo de la espiritualidad, del miedo del amor,
del miedo de la muerte, del miedo de la vida en sí misma. Así como un artista
pinta un cuadro porque se deleita al pintarlo, porque es su propia expresión,
su gloria, su satisfacción, de la misma forma yo hago esto, y no porque quiera
nada de nadie. Están acostumbrados a la autoridad o a la atmósfera de
autoridad, y creen que les conducirá a la espiritualidad. Creen y esperan que
otro, por sus extraordinarios poderes, por un milagro, podrá trasportarles al
reino de la eterna libertad que es la Felicidad. Toda su perspectiva de la vida
se basa en esa autoridad.
Me han escuchado durante tres años sin
que haya surgido ningún cambio, salvo en unos pocos. Ahora, consideren lo que
estoy diciendo, sean críticos para que puedan comprenderlo completa y fundamentalmente.
Si buscan una autoridad para que les conduzca a la espiritualidad,
automáticamente se obligan a construir una organización alrededor de esa
autoridad. Pero por la creación misma de esa organización, la cual creen que
ayudará a esa autoridad para que les guíe a la espiritualidad, quedarán
atrapados en una jaula.
Estoy hablando con toda franqueza, por
favor, recuerden que es así, y no desde la dureza, la crueldad o el entusiasmo
de mi propósito, sino porque quiero que comprendan lo que estoy diciendo. Esa
es la razón por la que están aquí, y sería una pérdida de tiempo si no
explicara claramente, con decisión, mi punto de vista. Durante 18 años se han
preparado para este acontecimiento, para la venida del Instructor del Mundo.
Durante 18 años se han organizado, han esperado a alguien que viniera a darles
una nueva dicha a sus corazones y mentes, que transformara toda su vida, que
les diera una nueva comprensión; a alguien que les elevara a un nuevo nivel de
la vida, que les diera un nuevo estímulo, que les hiciera libres, ¡y miren lo
que está sucediendo ahora! Consideren, razonen por sí mismos y descubran de qué
forma esa creencia les ha hecho diferentes, no hablamos de diferencias
superficiales como llevar una insignia, lo cual es trivial y absurdo. ¿De qué
forma una creencia como esa ha eliminado todas las cosas no esenciales de la
vida? Esa es la única manera de valorarlo: ¿En qué forma son más libres,
mejores, más peligrosos para cualquier sociedad basada en lo falso y lo no
esencial? ¿De qué forma los miembros de la Organización de la Estrella son
diferentes? Como decía, durante 18 años se han preparado para mi venida. No me
preocupa si creen o no que soy el Instructor del Mundo, eso tiene muy poca
importancia. Desde el momento en que pertenecen a la Organización de la Orden
de la Estrella, han dado su apoyo, su energía, aceptando que Krishnamurti es el
Instructor del Mundo, parcial o totalmente; totalmente para aquellos que
realmente están buscando, y sólo parcialmente para aquellos que están satisfechos
con sus propias medias verdades.
Durante 18 años se han preparado, y
miren cuántas dificultades tienen para comprender, cuántas complicaciones,
cuántas cosas triviales. Sus prejuicios, sus miedos, sus autoridades, sus
nuevas o viejas iglesias, todas estas cosas, sostengo, son una barrera que
impide la comprensión. No puedo decirlo de forma más clara. No quiero que estén
de acuerdo conmigo ni que me sigan, sino que comprendan lo que digo. Esa
comprensión es necesaria, porque sus creencias no les transformarán, sólo les
complicarán porque no están dispuestos a afrontar las cosas como son. Lo que
desean es tener sus propios dioses, nuevos dioses en lugar de los viejos,
nuevas religiones en vez de las viejas, muevas formas en vez de las viejas;
todas cosas inútiles, barreras, imitaciones, muletas. En lugar de las viejas
distinciones espirituales tienen nuevas distinciones espirituales, en lugar de
los viejos cultos tienen nuevos cultos. Todos dependen de algún otro para su
espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación; y aunque durante 18
años se han estado preparando para mi venida, cuando digo que todas estas cosas
no son necesarias, cuando digo que deben descartarlas y deben mirar dentro de
sí mismo para la iluminación, para la gloria, para la purificación y la
incorruptibilidad del ser, ninguno de ustedes está dispuesto a hacerlo. Puede
que haya unos pocos, pero muy, muy pocos. ¿Para qué, entonces, tener una
organización?
¿Por qué personas falsas, hipócritas me
han seguido, siguen la encarnación de la Verdad? Recuerden, por favor, que no
estoy diciendo las cosas con dureza o crueldad, sino que hemos llegado a una
situación en la que deben afrontar las cosas tal como son. El año pasado dije
que no transigiría; en aquel momento muy pocos me escucharon. Este año lo
expongo con toda claridad. No sé cuántos miles en el mundo, miembros de la
Orden, han estado preparándose para mi venida durante 18 años, sin embargo,
ahora no están dispuestos a escuchar incondicional y totalmente lo que digo.
Como decía antes, mi propósito es hacer
que los hombres sean incondicionalmente libres, porque sostengo que la única
espiritualidad es la incorruptibilidad del propio ser, que es eterno, que es la
armonía entre la razón y el amor. Esa es la absoluta e incondicionada Verdad
que es la Vida misma. Deseo, por tanto, que el hombre sea libre, que se
regocije como el pájaro en el cielo claro; libre de toda carga, independiente,
inamovible en esa libertad. Y yo, para aquellos que se han estado preparando
durante 18 años, ahora les digo que deben liberarse de todas las cosas,
liberarse de sus complicaciones, de sus enredos; y para esto, no necesitan
ninguna organización basada en una creencia espiritual. ¿Por qué tener una
organización para cinco o diez personas en el mundo que comprendan, que
trabajan, que han desechado todo lo trivial? Y para los débiles, no puede haber
ninguna organización que les ayude a encontrar la Verdad, porque la Verdad está
en cada uno de nosotros; no está lejos ni cerca, está eternamente ahí.
Las organizaciones no pueden hacernos
libres. Ningún hombre desde fuera puede hacernos libres; ningún culto
organizado ni el propio sacrificio para una causa puede hacernos libres; ni
formar parte de una organización o dedicarse a un trabajo puede hacerles libres.
Utilizan una máquina para escribir su correspondencia, pero no la ponen en un
altar para adorarla; sin embargo, esto es lo que hacen cuando las
organizaciones se convierten en su principal interés.
«¿Cuántos miembros tiene?» Esta es la
primera pregunta que me hacen todos los periodistas. «¿Cuántos seguidores
tiene? Dependiendo del número decidiremos si lo que dice es verdadero o falso».
No sé cuántos miembros hay, no estoy interesado en esto. Como dije, con que un
sólo hombre se liberara, sería suficiente.
Además, tienen ustedes la idea de que
tan sólo ciertas personas posee la llave del Reino de la Felicidad. Nadie la
tiene; ninguna autoridad tiene esa llave. Esa llave es el propio ser de cada
uno, y únicamente en el desarrollo, en la purificación y la incorruptibilidad
de ese ser, está el Reino de la Eternidad.
Así pues, se darán cuenta de lo absurda
que es toda la estructura que han construido buscando ayuda externa,
dependiendo de otros para su propio bienestar, para su propia felicidad, para
su propia fortaleza. Estas cosas sólo pueden encontrarlas dentro de sí mismos.
¿Para qué pues tener una organización?
Se han acostumbrado a que les digan
cuánto han avanzado, cuál es el grado de espiritualidad que tienen; ¡qué
bobada! ¿Quién, sino ustedes mismos, puede decirles si son hermosos o feos
internamente? ¿Quién sino ustedes mismos puede decir si son incorruptibles? No
son serios en estas cosas.
¿Para qué pues tener una organización?
Pero aquellos que realmente deseen
comprender, que traten de descubrir lo que es eterno, caminarán juntos con
mayor intensidad, y serán un peligro para todo lo que no sea esencial, para las
irrealidades, para las sombras. Se unirán y serán como una llama porque habrán
comprendido. Debemos crear un grupo así, y ese es mi propósito. Debido a esa
verdadera comprensión habrá verdadera amistad. Debido a esa verdadera amistad,
que al parecer no conocen, habrá verdadera cooperación de parte de cada uno. El
motivo no será ninguna autoridad, ninguna salvación, ningún sacrificio por una
causa, sino porque realmente han comprendido y, en consecuencia, son capaces de
vivir en lo eterno. Esto es más grande que todo placer y todo sacrificio.
De modo que estas son algunas de las
razones, después de haberlo considerado cuidadosamente durante dos años, que me
han llevado a tomar esta decisión. No se trata de un impulso momentáneo; nadie
me ha persuadido, no me dejo persuadir en cosas como estas. Durante dos años lo
he pensado con calma, cuidadosamente, pacientemente, y he decidido disolver la
Orden, puesto que soy el máximo responsable. Pueden formar otras organizaciones
y esperar a algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear
nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer
que los hombres sean absolutamente, incondicionalmente libres”.
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