Por
Walter J. Velásquez
El
ego es la ilusión de una personalidad que ha sido proyectada a
partir de los recuerdos guardados en la mente y de la interpretación
de esos recuerdos. Estamos evolucionando hacía una Consciencia
Transpersonal en la que empezamos a comprender que no somos un “yo”
separado, sino una parte de un Todo más grande. En ese punto nos
empezamos a dar cuenta de que el “Yo Soy” no se refiere a una
entidad particular, descubrimos que el “Yo Soy” es el Universo
mismo.
Por
supuesto, todo esto es un proceso gradual donde todavía tenemos
vestigios de la identificación con el ego. A continuación,
conocerás algunos comportamientos y maneras de comunicarte que
muestran que todavía estás identificado con el ego. La buena
noticia es que puedes empezar a cambiarlos ahora mismo para ir
haciendo tu transición hacía la Consciencia Universal.
Aclaro
que esta no es una lista definitiva ni pretende ser la última,
simplemente es un punto de partida para que empieces a observarte y
darte cuenta de la forma en que actúa el ego. Tampoco se trata de
una serie de “reglas” morales que debes cumplir, son pautas que
te ayudarán a ser más auténtico y expresarte sin las pesadas
cadenas del condicionamiento.
Uno: Creer que los
demás afectan la forma en que te sientes.
Esta es una mentira básica del ego. Nadie me hace sentir enojado,
triste o decepcionado. Soy responsable de lo que siento. No es lo que
hagan los demás, sino lo que pienso acerca de lo que hacen los
demás, lo que ocasiona que me sienta de una determinada manera.
Eleanor Roosvelt dijo: “Nadie puede herirte sin tu consentimiento”.
Así que la próxima vez que te enojes al conversar con alguien,
recuerda que eres responsable por esa emoción y no culpes al otro.
A
continuación, algunos ejemplos de Julia Z. de Baranchuk, autora del
libro “Atención Aquí
y Ahora”:
- Tú eres cruel conmigo. (Yo me siento mal contigo y eso no califica tu conducta).
- Tú eres demasiado dominante. (Yo me someto a ti... y me hago cargo de mi conducta).
- Hay malestar en el ambiente (Yo me siento mal aquí).
- Tengo la espalda tensa (Yo tenso mi espalda).
Dos: Interpretar el
comportamiento de los otros: Al ego le encanta interpretar el por
qué una persona se comporta de esta o aquella manera. Según Julia
Z. de Baranchuk, “Interpretar significa asegurar que uno
conoce las motivaciones del prójimo para hacer o decir lo que hace o
dice”. Si alguien no te saluda en la calle o parece estar enojada
contigo, no inventes hipótesis acerca de su comportamiento, en vez
de eso, preguntale. Tus interpretaciones son proyecciones de ti
mismo, en cambio si le preguntas a esa persona cómo se siente, te
podrá aclarar sus verdaderas motivaciones para comportarse así.
Muchas veces nosotros mismos desconocemos las motivaciones de lo que
hacemos ¿Cómo podríamos conocer las motivaciones de otros?
Tres: Reprimir las emociones: Al
ego le gusta reprimir sus emociones para sentir que encaja en la
sociedad. Para Julia Z. de
Baranchuk, reprimir “es realizar algún tipo de maniobra
para evitar que una emoción siga su curso completo, que se resuelve
en acción”. La represión de las emociones hace que esa energía
se dirija contra nosotros mismos generando la enfermedad psicológica
como la depresión, o la enfermedad física como la gastritis o el
estreñimiento. Permite que la emoción emerja, observala sin
juzgarla, haste consciente de ella y podrás notar la gran
transformación que ocurre en ti. Ver más sobre este tema.
Cuatro: Manipular a otros. Para
Julia Z. de Baranchuk, “La manipulación consiste en expresar, sin
franqueza, una orden. Una conducta violatoria del otro, por cuanto le
impide ejercer su voluntad con libertad, y se ve generalmente
entrampado haciendo algo, sin darse cuenta si lo desea o no.” Un
ejemplo de esto es decirle a alguien: “Tú que siempre has sido una
buena persona y que te gusta ayudar al projimo ¿podrías ayudarme
con este problema?” Aquí hay una manipulación clara en la cual
comprometes de antemano al otro, condicionandolo para que de la
respuesta que tu deseas. Lo adecuado sería pedirle lo que quieres
sin prepararlo para que responda de la manera que esperas.
Cinco: Responder por los demás.
Imagina a un padre de familia, que ante la pregunta de un amigo que
lo invita a cenar a él y a sus hijos responde: “Nosotros no
tenemos hambre”. Este es un comportamiento tipico del ego que
responde por otros, negandoles la oportunidad de expresar por ellos
mismos sus necesidades. No respondas por nadie, permite que las
personas bajo tu cargo expresen su propia opinión aunque esta sea
igual o contraria a la tuya. Evita comportarte como un dictador.
Seis: Generalizar tus opiniones.
Frases como: “Esa película es horrible”, “Los langostinos son
desagradables” o “Esa música es lo peor” denotan que estás
muy atrapado en tu ego. Es como si creyeras que tu ego es el centro
del Universo y por lo tanto, tus opiniones son universales. Cuando
hablas de esta manera limitas a otros para que expresen sus
opiniones, especialmente si tus interlocutores te miran como una
figura de autoridad. Lo adecuado sería decir: “Para mí, esa
película es horrible”, “A mí me parece que los langostinos son
desagradables” o “Yo creo que, esa música es lo peor”. Cuando
te expresas de esta manera reconoces que lo que dices no es una “Ley
Universal” sino tu opinión personal. Con esto dejas en libertad al
otro de expresar si está o no deacuerdo con lo que dices.
Siete: Los “deberías”.
Frases como “Yo debo comportarme bien” o “Tengo que ser un buen
padre”, denotan que no eres realmente libre en lo que haces. Si
empiezas una frase con “debería” o “tengo que”, estás
mostrando que haces lo que haces de manera inconsciente para quedar
bien con alguien más (puede ser la sociedad misma o tus padres,
aunque hayan muerto). Julia Z. de Baranchuk propone que cambiemos el
“Tengo que” por “Elijo”, para sentir si lo que decimos está
en real sintonía con nosotros o no. He aquí algunos ejemplos:
- “Debo ser considerado con los demás (Elijo o no elijo, ser considerado).
- “Tengo que escribir sobre mis experiencias” (Elijo hacerlo... y ésta elección me da placer, mientras que si la vivo como un "tengo que" sólo experimento agobio).
Si construyo la oración utilizando los
verbos de querer, elegir, etc. ocurre que me es fácil darme cuenta
si realmente elijo o quiero lo que estoy afirmando hacer, o nada
tienen que ver conmigo. "¿Elijo, quiero hacerlo?”. Respuestas
posibles: "Sí, quiero'. En este caso, decírmelo de esta
manera, no sólo me ayuda a darme cuenta de lo que quiero, sino que
hasta me impulsa a la acción, por el mero hecho de obligarme a ser
coherente; "No, no quiero" y me hago responsable de esta
acción suspendida. Esto es bastante distinto del fastidioso "tengo
que", “No puedo”, “Me es imposible”, “Soy incapaz”
los cuales evitan la responsabilidad de la negativa. Por otro lado,
"No quiero" me expone a los ojos de mi interlocutor.”
Ocho: El ego siempre pregunta por
qué. Cuando nos sucede alguna crisis y preguntamos: “Por qué
me ocurre esto amí”, estamos buscando un culpable. Las respuestas
posibles pueden ser: “Por culpa de mi estupidez”, “Es culpa de
mis padres que me abandonaron cuando era niño”, “Es culpa del
gobierno”, etc. Una forma de salir de la necesidad de juzgar y
acusar a alguien o algo es cambiar el “Por qué” por el “Para
qué”. En el primer ejemplo podemos preguntar: “¿Para qué me
ocurre esto a mí?”, entonces pueden surgir respuestas como: “Para
que aprenda a ser más humilde”, “para que valore mejor lo que la
vida me ha dado”, etc. Reemplazar el “Por qué” por el “Para
qué” es un cambio de paradigma formidable que le dará otro
sentido a tu vida.
Nueve: Dar consejos. Al ego le
encanta dar consejos, y aunque en nuestra sociedad eso se ve como
algo positivo, en realidad es una forma de manipular a otro.
Cualquier consejo que des es una intromisión en el libre albedrío
de la otra persona. Todo consejo que das es una expresión de tus
propias necesidades y condicionamientos, que no necesariamente
encajan en la realidad del otro. En vez de dar consejos puedes
realizar las preguntas correctas para que la persona llegue a sus
propias conclusiones. Si una mujer te cuenta que su marido la golpea,
no le aconsejes que lo abandone, eso es una intromisión seria. Más
bien podrías hacer preguntas como: “¿Sientes que ese es el trato
que mereces?”, si ella responde que no, entonces puedes preguntar:
“¿Qué hace que sigas con él?”, “¿Que otras opciones
tienes?”. De esta manera le ayudarás a darse cuenta no sólo de la
situación, sino que ella empezará a entender qué es lo que le
conviene o no, y las diferentes opciones que posee de acuerdo a sus
propios recursos.
Diez: Ver el mundo en blanco y
negro. El ego ve el mundo en dos colores, o algo es absolutamente
malo o absolutamente bueno. Lo errado de esta forma de pensar es que
una vez que se emite uno de estos dos juicios sobre alguien o algo,
es difícil contemplar otros puntos de vista. Esto sucede mucho en la
religión o en la política cuando juzgamos a alguien de acuerdo a
nuestro propio condicionamiento. La solución no es ver el mundo en
gris ni pensar que todo es relativo. La solución es mirar a las
personas y situaciones sin ideas preconcebidas para poder ver toda la
gama de matices del arcoiris que posee. Así podrás ver que alguien
a quien consideras “malo”, puede tener la razón en ciertos
momentos y alguien a quien calificas como “bueno”, también puede
equivocarse. Esta es una visión más ampia del mundo.
Once: Juzgar a otros. Al ego le
encanta juzgar a los demás y usar etiquetas para categorizarlos. Los
juicios que hacemos siempre dependen de nuestra propia escala de
valores, la cual está contaminada por el ambiente en que crecimos.
En vez de juzgar es mejor tratar de comprender los comportamientos de
otros de acuerdo a la forma en que fueron condicionados por su
crianza. Eso no quiere decir que justifiquemos actos de barbarie y
que no alzemos la voz cuando alguien quiere dañar a otros o a
nosotros mismos. Comprender al otro nos permite actuar sin juzgar, lo
cual abre la puerta a la reconciliación y al perdón cuando sea
posible.
Doce: No saber escuchar. Al ego
no le gusta escuchar y le encanta opinar. Cuando alguien te busque
para que lo escuches, permitele que se exprese libremente. Evita
interrumpirlo con tus interpretaciones o con historias sobre como
resolviste situaciones similares. Cuando una persona habla libremente
no sólo libera la carga emocional sino que, a medida que habla, se
va dando cuenta de cosas que antes no había visto claramente.
Tampoco termines las frases que empiezan los demás, si alguien te
habla acerca de algo que le ocurrio y dice “Me siento...” no
saltes como una liebre a decir: “Triste” o “Enojado”, deja
que él o ella complete sus propias frases para que pueda poner en
palabras sus propias emociones.