viernes, 21 de agosto de 2015

Indra y los cochinitos

El siguiente texto ha sido tomado del capítulo VI del libro "Ser Consciente de lo inconsciente"


La mitología hindú es muy rica en símbolos y metáforas. Una historia cuenta que Indra, el dios del trueno, bajó a la Tierra encarnado en la forma de un cochino. Él debía cumplir una misión con ese cuerpo para luego regresar a su forma original y volver al cielo. Pero después de llevar por cierto tiempo la vida de un cochino, olvidó que era un dios y tenía una misión que cumplir.

Indra se unió con una cerdita y se pasaban el día comiendo sobras y revolcándose en el lodo. Era una vida muy placentera para él. Después tuvieron una camada de cochinitos a los cuales amaba el dios con todas sus fuerzas. Pero el padre de los dioses necesitaba que Indra regresara al cielo a cumplir su función. Entonces bajó a la Tierra y habló con el cochino, pero este no quería escucharlo. Él amaba su vida de cochino, amaba a su cochina y a todos sus cochinitos. Así que le dijo al padre de los dioses que lo dejara en paz porque él había decidido quedarse para siempre en la Tierra.

Brahma, al ver esto, tomó una decisión drástica, hizo que uno a uno sus cerditos fueran muriendo hasta que finalmente murió la cerda también. Indra lloró de dolor largo tiempo pero finalmente, al ser despojado del objeto de su apego, escuchó a Brahma y recobrando su forma divina regresó al cielo a cumplir sus funciones como dios del trueno.

Esta historia nos muestra el inmenso poder que tiene la identificación. Cuando nos identificamos con la mente nos hacemos presa de sus recuerdos, creencias y programaciones. Cuando nos identificamos con el ego perdemos de vista nuestra verdadera identidad en Dios y quedamos atrapados en los múltiples juegos que tiene el ego para sobrevivir.

En cambio, cuando nos convertimos en el Observador de la mente y el ego, nos liberamos de la creencia de que somos el ser mortal y entramos en el campo de lo infinito, el campo de la Consciencia.

Otra cosa que podemos hacer es observar nuestro cuerpo, hacernos conscientes de sus movimientos y sus procesos. Sentir sus movimientos desde adentro como si fuéramos el observador de una película. Esto hace que nos desidentifiquemos con el cuerpo y nos reconozcamos como el vacío en el cual danzan los átomos que componen la materia del mismo. Observemos el cuerpo durante sus diferentes actividades, incluso cuando excretamos los desechos del mismo, esta es también una actividad sagrada.


Cuando vivimos identificados con los pensamientos quedamos presa del ego como le sucedió a Indra en su cuerpo de chanchito. La autoobservación nos lleva a recordar que somos mucho más que eso, nos libera de la prisión de los pensamientos.


 



jueves, 13 de agosto de 2015

Pensar en chocolates cuando quiero comer chocolates


Durante años, las religiones y enseñanzas espirituales tradicionales, nos han enseñado a reprimir nuestros pensamientos y emociones considerados inmorales. Esto es cierto, particularmente en Occidente donde las religiones que imperan son el cristianismo, judaísmo e islam. Dichas religiones promueven la lucha contra nuestros pensamientos “inmorales”. Por otro lado en Oriente, el budismo –especialmente el Zen- y una pequeña rama del hinduismo llamada Vedanta Advaita enseñan a observar los pensamientos y emociones como método para que estos pierdan su poder.

Siempre he defendido que una práctica espiritual, para ser fiable, debe demostrarse por medio de la ciencia. Por ello quiero citar un experimento que muestra hasta qué punto el enfoque Zen o el Vedanta pueden validarse.

En el programa de la BBC “Confía en mí, soy médico”, hicieron un experimento diseñado por el profesor Carey Morewedge de la Universidad de Boston. Se invitaron a 200 amantes del chocolate y se dividieron en dos grupos. Al primer grupo se le pidió que imaginara que se comían 30 chocolates uno a uno. Al segundo grupo se le pidió que hicieran lo mismo pero con sólo 3 chocolates. Después se pidió a los dos grupos que llenaran un formulario. Adrede, los científicos dejaron tazones con chocolates frente a los participantes mientras los vigilaban con cámaras escondidas.

La lógica religiosa que dice que debemos reprimir los pensamientos inmorales para que pierdan fuerza, podría afirmar que los participantes que imaginaron comiendo 30 chocolates, comerán también más chocolates del tazón. “Si alimentas un pensamiento, alimentas el deseo”, dirán. Pero sucedió exactamente lo contrario, este grupo comió un 37% menos que los que imaginaron comer sólo tres. Para explicar este resultado cito a la BBC:

"Dice el profesor Morewedge, "cuando tratamos de evitar algo o tratamos de dejar de pensar en ese algo, inmediatamente comenzamos a pensar en ello". "Si yo digo: "no voy a pensar en un oso blanco", de inmediato empiezo a pensar en osos blancos".
Cuando la gente trata de suprimir pensamientos, tiende a activarlos. Así que en lugar de luchar contra el antojo de chocolate, el profesor Morewedge piensa que debemos forzarnos a pensar repetidamente en su sabor, en masticar y tragar ese alimento que ansiamos.
El mismo experimento se llevó luego a la vida diaria, donde se pidió a los participantes que aplicaran la misma técnica cuando sintieran deseos de consumir chocolate. Se encontró que esto redujo el antojo en la mayoría de los participantes.

Este experimento nos ayuda a hacer un contraste entre la tradición judeocristiana y la visión del Vedanta y el Zen. En la primera enseñan a luchar contra los pensamientos considerados “inmorales” y en las dos segundas instruyen acerca de observar los pensamientos que emergen a la mente sin entrar en conflicto con ellos. Dejar que los pensamientos vayan y vengan mientras los observamos equivale a dejar que la mente piense en comer chocolates cuanto sentimos antojo de ello. Puedes probar por ti mismo ambas prácticas y evaluar los resultados de forma objetiva para saber qué funciona mejor en tu vida. Espero tus comentarios al respecto.

lunes, 3 de agosto de 2015

Intensamente, una película para enseñar a los niños y niñas a ser Conscientes

“Intensamente” es la última película de Pixar, la cual trae un mensaje muy importante sobre el manejo de las emociones. Algunos conceptos como que buscar la felicidad nos hace infelices, la importancia de acoger todas las emociones sin juzgarlas como “buenas” o “malas”, y la aceptación del cambio en nuestra vida; guardan muchas semejanzas con los principios del Zen o del Vedanta Advaita que publicamos en este Blog. Por ello quiero compartir el siguiente artículo de la Revista Semana, el cual nos muestra cómo esta película puede ayudarnos a educar a los niños para que sean más Conscientes.




Las lágrimas son tan importantes como la risa. Esa es una de las grandes enseñanzas que deja Intensamente. La película de Pixar que desde su estreno, en junio pasado, despertó la simpatía de todos los públicos. Y, por supuesto, puso a adultos, jóvenes y niños a preguntarse por las emociones en su mente. “Cuando miras a alguien ¿no te preguntas qué estará sucediendo en su cabeza?”, es la frase más popular del largometraje.

Ahora, ¿cómo aprovechar el encanto de Intensamente con los niños? Aquí algunas ideas para trabajar las enseñanzas de la película. 

Cada una de las emociones es importante:
Todas son primordiales para enfrentar las situaciones cotidianas, pues desempeñan un papel específico. Ninguna se puede suprimir. En vez de esconder o evadir sentimientos como la tristeza, la furia y el disgusto, hay que conocerlos. Entender por qué reaccionamos de cierta manera frente a determinadas circunstancias contribuye a que podamos manejar nuestros conflictos. Principalmente, porque analizar lo que sentimos en momentos difíciles nos permite la respuesta más sana. Aceptar cada una de las emociones es la principal lección de la película. Todas ellas hacen parte de nuestra identidad. Si los niños empiezan por conocerse ellos mismos, su relación con el entorno y los demás podrá ser más armónica. 

No hay que forzar la felicidad:
Simplemente, no se puede ser feliz el 100 % del tiempo. Además, tratar de serlo es agotador. Comprender que no hay nada malo en sentirse triste o frustrado puede ser una buena lección para los niños. Empezando porque la felicidad perfecta, como concepto idealizado, no existe. Según el portal The Huffington Post, la investigadora June Gruber encontró que la idea de alcanzar la felicidad como un objetivo explícito en la vida termina generando altos grados de decepción. Por eso, lo mejor es entender que este emoción viene en empaques muy diferentes y que se debe disfrutar cuando llega. De hecho, es importante resaltar que en la película la emoción se llama Alegría y no felicidad, justamente porque la primera es apenas una parte de la segunda. 

La tristeza es necesaria para el bienestar:
No existe nada más liberador que llorar cuando realmente lo necesitamos. Sin embargo, en la mayoría de contextos el llanto es entendido bajo un concepto negativo y como un signo de debilidad. Por eso hay quienes lo evitan a toda costa. Aun así, es importante explicarles a los niños que las lágrimas son sólo la expresión de una emoción, así como lo es la risa. Se debe recalcar que es muy sano expresar los sentimientos. De ahí que sea fundamental construir un ambiente seguro en el que ellos se sientan cómodos contando lo que les ocurre y lo que piensan. También hay que abordar la diferencia entre tristeza y depresión.

El cambio es una constante en la vida:
Es apenas natural que todos le tengamos miedo al cambio. El terreno incierto nos llena de preguntas, ansiedad y temor. Sin embargo, es algo con lo que todos tenemos que aprender a vivir. Construir en los niños una visión positiva del cambio contribuye a la fácil adaptación. Eso sí, siempre y cuando se explique por qué ocurrió la nueva situación y lo favorable que puede resultar. “Al mal tiempo, buena cara”, sería el refrán popular que se ajusta a este caso. La vida se transforma en cualquier momento y debemos asumirlo. Esa es otra de las lecciones en las que insistióIntensamente.

Respetar la diferencia:

Si hay algo que logró la película de Pixar fue exponer cómo la cabeza de cada ser humano es un mundo propio y altamente complejo. Por eso, todos somos diferentes. Un hecho que se debe respetar a toda costa. Entender que el otro no tiene que pensar como yo ni sacar las mismas conclusiones es un aprendizaje que aplica para todas las edades. Respetar las diferencias y tratar de construir un puente de comunicación en el que se aborden es una lección que sirve para el resto de la vida.