miércoles, 30 de diciembre de 2015

Ser fríos o calientes

Por Walter J. Velásquez
Según John O. Stevens, el famoso terapeuta Fritz Perls apreciaba a alguien cuando “se mostraba abierto y honesto, fuera honestamente santo u honestamente malvado”. Esto me recuerda las palabras del Apocalipsis atribuidas a la inspiración de Jesús: “Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca.” (Apocalipsis 3:15-16). Las frases anteriores tienen que ver con un término muy poderoso: la congruencia. Congruencia significa que lo que pienso, lo que siento, lo que digo y lo que hago están alineados perfectamente.

El mundo de hoy es totalmente incongruente. Las personas están fragmentadas y dentro de ellas hay diferentes bandos que luchan entre sí. Esto lo observamos especialmente en las personas religiosas que perviven en una lucha constante entre lo que piensan y lo que “deberían pensar”, entre lo que sienten y lo que “deberían sentir”, etc. Este tipo de individuos se debaten entre pensamientos elevados que no son congruentes con sus pasiones más bajas o entre acciones caritativas que se realizan de acuerdo al pensamiento religioso, pero que muchas veces no surgen de lo más sincero de su mundo emocional.

Cualquier acto o palabra, que no esté alineado con el pensamiento y el sentimiento es algo deshonesto, ya que allí no puede haber una implicación total de la persona. Como podemos ver, el mundo de hoy es profundamente deshonesto. La educación que proporcionan las familias y las iglesias impulsan a las personas a sonreír a pesar de estar enojados o a llevar a cabo actos bondadosos cuando estos no son realmente sinceros.

Ya lo decían Perls y Juan el Evangelista, ser honestamente santo (caliente), u honestamente malvado (frio), es mejor que ser tibio (incongruente). Hay tan pocos santos honestos es el mundo, y esto sucede porque para ser santo, muchos buscan parecer santos. Lo cierto es que para Ser, es necesario dejar de querer parecer. Los malvados honestos también son muy pocos porque casi nadie se atreve a aceptar plenamente que es malvado. Incluso en los grandes asesinos de la historia como Stalin, Hitler o Pablo Escobar, existía una creencia –consciente o inconsciente- de que sus actos estaban justificados por un “ideal superior” que los exoneraba de cualquier maldad. En realidad ellos se consideraban “buenas personas” que luchaban por una “causa justa”.

El presente artículo no es una invitación abierta a la maldad honesta como un estilo de vida permanente. En realidad es un llamado a un cambio radical del ser humano. Muchos intentan cambiar reprimiendo sus pensamientos o emociones, lo cual sólo produce un alivio temporal de los síntomas de su maldad. Pero, para que haya un cambio profundo es necesario entrar en el centro del problema, de aquello que se quiere cambiar. Para esto hay que vivirlo de forma plena y total. Arnold R. Beisser nos habla en su “Teoría paradójica del cambio” de que:

“El cambio no tiene lugar merced al intento coactivo realizado por el individuo para cambiar o por otra persona para cambiarlo, pero sí tiene lugar cuando aquel invierte tiempo y esfuerzo para ser lo que es - en entregarse plenamente a su situación actual.”

Lo que nos indica Beisser es la necesidad de dejar de reprimirnos y empezar a experimentar de manera consciente, plena y total nuestros impulsos indeseables. Toda emoción rebelde o desbocada es una parte nuestra que ha sido rechazada. Cuando aceptamos y acogemos con amor estas emociones podemos integrarlas nuevamente a nuestra totalidad volviendo a ser completos.

En el proceso de alcanzar esta integridad es necesario sacar a flote a la ira no expresada o la envidia reprimida, por ejemplo. Esto asusta a muchos porque piensan que van a vivir de esa manera por el resto de sus vidas. Pero no es así. Cuando un individuo se despoja de las máscaras hipócritas y falsas sonrisas que esconden la ira o el dolor, lo que queda es un “malvado honesto”, que al ser asumido de manera consciente, se disuelve para dar paso al “santo honesto”, aquel que está en contacto con su Ser y actúa con total congruencia en todos los aspectos de su vida.


martes, 22 de diciembre de 2015

La guerra engendra guerra


La guerra sólo engendra guerra, y eso aplica tanto al microcosmos como al macrocosmos.

La estrategia que plantea Donald Trump, de impedir la entrada de los musulmanes a Estados Unidos, sólo hará que muchos más musulmanes en el mundo le den la razón a ISIS y se radicalicen aumentando así la violencia.
En nuestro microcosmos, cuando bloqueamos la entrada a la conciencia de emociones como la ira o la envidia, en realidad estamos reprimiendo esa energía en el inconsciente. Lo que esto generará a la larga, es que dichas emociones “revienten” con mayor fuerza en el futuro.
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En Colombia, muchos ciudadanos quieren acabar la violencia mediante la guerra. Ellos creen que la vía militar es la única salida al conflicto de 50 años. Puede que mediante el estruendo de los fusiles la guerrilla sea debilitada seriamente. Pero siempre quedarán reductos guerrilleros más pequeños, más furiosos, mucho más difíciles de controlar y con la capacidad de colocar bombas en cualquier sitio para generar terror.
De igual forma, en el campo psicológico, luchar contra las emociones desplacientes sólo hace que estas se replieguen en lo profundo del inconsciente para aparecer nuevamente bajo diferentes formas más sutiles y dañinas. La solución, al igual que en el conflicto interno de Colombia, es hacer la paz con las emociones. Esto significa tomar consciencia de ellas sin juzgarlas, aceptándolas y acogiéndolas de forma total. Las emociones rebeldes, son energías rechazadas de nosotros mismos. Cuando las integramos, la energía del Ser que estaba atrapada allí, retornará a nosotros haciéndonos más completos, íntegros, poderosos y creativos.
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Atacar al “enemigo” en Irak o Afganistán es la única estrategia que conoce la coalición de Occidente. Parece que desconocieran que son los aliados con su intrusión, saqueo y actitud excluyente quienes han engendrado al terrorismo islámico. Si bombardearan a Oriente con escuelas, hospitales, y fuentes de ingresos en vez de bombas, muchos posibles reclutas de los grupos terroristas ya no tendrían suficientes razones para enlistarse en ellos. Por supuesto, la defensa mediante las armas seguiría siendo necesaria para protegerse del propio mal que se ha creado. La generación de confianza entre Oriente y Occidente por medio de hechos concretos de apoyo sostenible sería la única solución perdurable a la violencia.
En el microcosmos humano, esto sería similar a fortalecer lo que está bien dentro del individuo, en vez de atacar lo que considera que está “mal”. Generar Consciencia mediante la práctica de la Autoobservación equivale a quitarles espacio a nuestros “terroristas” internos, como son las emociones que se han desbocado por falta de atención. Expandir la Consciencia es una estrategia más efectiva que tratar de menguar a las emociones rebeldes.
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El conflicto genera mayor conflicto. En cambio la Consciencia Plena de las emociones, lo que incluye evitar cualquier clase de etiquetas y acogerlas como una parte integral de nosotros mismos, genera una transformación radical y profunda dentro del individuo. En el campo mundial expandir las oportunidades para los más vulnerables, eliminar la exclusión y la desigualdad social mediante la creación de oportunidades será un antídoto duradero contra la violencia. Ya sea en el mundo interno o externo, la aceptación total es la clave para la Paz.