sábado, 14 de enero de 2017

La cuestión de Dios

Por Walter J. Velásquez

No creo que los ateos odien realmente a Dios. Ellos simplemente han visto toda la confusión, todas las guerras y todo el negocio que se ha creado alrededor de la palabra “Dios”. ¿Saben? No soy ateo, y al mismo tiempo tampoco creo en un Dios. Esto puede sonar confuso o contradictorio pero no lo es. Si alguien me dice que Dios es un anciano sentado en un trono juzgando o salvando gente, mi respuesta es: No creo en ese Dios. Ese es un falso dios creado a imagen y semejanza del hombre, un dios que es una proyección de lo mejor y lo peor del ser humano. En muchos casos, también es un buen sustituto psicológico para aquellos que no tuvieron una imagen paterna con la cual pudieran identificarse.

Mi concepción de un Dios es muy distinta. Yo siento una inteligencia suprema que está en todo y es todo. Dios es el Universo, es la vida misma. Entonces, para evitar confusiones prefiero hablar de Universo en lugar de decir “Dios”. Quizá la palabra que más se acerca a mi concepción de esa inteligencia es Tao. El Tao es la naturaleza misma, es la vida y es la fuerza que hace que las partículas subatómicas se organicen para formar los átomos de los objetos animados e inanimados.

Así que les presento a George Carlin, un comediante conocido como icono de la contracultura. En su monologo sobre la religión, expone al falso dios creado por el hombre para controlar al hombre. Por otro lado, siento que hay una Consciencia Suprema que está más allá de la mente y de la dualidad de este mundo. Esa Consciencia es trascendental y podemos acceder a ella cuando observamos los pensamientos y emociones sin emitir ninguna clase de juicio. Esa Consciencia no necesita crear religiones ni controlar a las personas, simplemente está disponible para todo aquel que haga algo tan sencillo como observar su respiración Aquí y Ahora.


De nuevo, les presento a George Carlin. Las personas religiosas podrán ofenderse a menos que entiendan que el dios al que él se refiere nos es la Consciencia trascendental, sino el ídolo de piedra creado por los hombres.