martes, 23 de junio de 2015

Para cambiar algo afuera, antes debes cambiarlo adentro

No importa cuántos “Mapas de la prosperidad”, mantras o rituales lleves a cabo para cambiar tu vida; mientras no transmutes los bloqueos inconscientes de tu mente, nada de esto producirá resultados efectivos y duraderos. Un bloqueo inconsciente se origina a partir de un trauma infantil o una falsa creencia que has adoptado a lo largo del tiempo, la cual continúa influyendo sobre tu vida sin que seas consciente de ello. Por eso, “Ser Consciente de lo inconsciente” es un libro excepcional, ya que te muestra la forma de acceder a tu inconsciente para consumir los bloqueos internos que obstaculizan el fluir natural de tu vida y tus relaciones. El siguiente es un extracto tomado de la página 161 de dicho libro:


Para cambiar algo afuera, antes debes cambiarlo adentro
                                                      
Cualquier cosa que quieras manifestar en tu mundo externo debes tenerla primero en tu mundo interno. Si quieres salud, debes entrar en sintonía con la salud eterna de tu Ser, que es la paz, dicha y armonía perfectas. Si quieres amor, debes amar plenamente al Ser que tú eres y a toda la vida. No puedes recibir aquello que no tienes.   
                    
Muchas personas oran o llevan a cabo cualquier clase de rituales con el fin de cambiar sus circunstancias externas. Pero lo que no saben es que más que orar, lo que necesitan es cambiar su mundo interno. Cuando obran así, la oración surge efecto rápidamente.                                                                                                                                                      
Dios es la gran pantalla de cine donde proyectas la película de tu vida. Si no te gusta la película, no trates de ir a golpear o a modificar la pantalla. Más bien ve a la sala de proyección que es tu mente, y cambia todo el rollo. Cuando una persona ora para cambiar sus condiciones externas sin cambiar su mundo interior, es similar a querer cambiar la película cambiando la pantalla. No tiene sentido.     
                                                                
El mundo exterior es una proyección de tu mundo interno, los conflictos que guardas a dentro se convierten en conflictos externos. Cuando aprendes a ser el testigo de tus pensamientos y emociones, los conflictos que habías guardado por años empezarán a salir para ser transmutados. Mientras censures el contenido de tu mente, gran cantidad de pensamientos y emociones permanecerán represados en el inconsciente generando conflicto.    
                                                                                           
Cuando envíes tu intención al Universo no debes hacerlo como si le pidieras a un ente externo a ti. Recuerda que tú mismo eres el Universo, eres el vacío infinito de realidad en el cual se manifiesta la forma, eres la inteligencia armónica del gran Tao. Eres el Absoluto mismo. Eres aquello que no tiene nombre ni forma. Eres Eso.



 



jueves, 18 de junio de 2015

El Sacramento del momento presente


Portada del libro "Abandono a la Divina
Providencia" del Padre de Caussade.
¿Un sacerdote católico impartiendo enseñanzas sobre cómo vivir en el Ahora? Claro que sucedió. Pero no se trata de algún sacerdote que leyó un libro de Eckhart Tolle y luego lo incorporó a su sermón dominical. Nada de eso, estamos hablando del padre Jean Pierre de Caussade, quien vivió entre los años 1675 y 1751 ¡Hace 264 años!

La visión de Dios del padre de Caussade, por momentos se aleja del concepto cristiano del Dios personal, para acercarse más a la visión de una Consciencia impersonal que está presente en todas las cosas y en todo momento.

En nuestro blog, la palabra “Dios” puede significar dos cosas dependiendo del contexto en que se use:
1.    Un concepto mental usado para manipular las mentes.
2.    Un símbolo para representar de forma personal la Consciencia impersonal.

Podemos ver claramente que tanto el concepto de “Dios” como de la “Voluntad de Dios” del Padre de Caussade, se refiere más a la segunda interpretación. Por ello, si reemplazáramos la palabra “Dios”, en los escritos del padre de Caussade, por la palabra “Consciencia”, podríamos tener una comprensión actual de sus enseñanzas, muy parecidas al estilo moderno de Eckhart Tolle o Jeff Foster.

El siguiente artículo ha sido tomado de la página Catholic.net. (El momento presente). Escrito por el padre Fernando Pascual, resume las enseñanzas más significativas del padre de Caussade sobre el momento presente. Dicha enseñanza se relaciona directamente con la esencia del Zen o del Vedanta Advaita que citamos en este blog. Lo que esto muestra, es que el Momento Presente no es una nueva moda, sino una antigua concepción de la vida que se ha vertido en las principales religiones y culturas de todos los tiempos. A continuación, el artículo:


(…) el P. de Caussade enseñaba a confiar plenamente en la Providencia, a vivir el momento presente de modo profundo, a descubrir en lo cotidiano la grandeza del Amor divino.

“El momento presente es, pues, como un desierto, donde el alma sencilla sólo ve a Dios, y de Él goza, sin ocuparse de nada más que de lo que Él quiera de ella: todo lo demás queda a un lado, olvidado, abandonado a la Providencia” (P. de Caussade, “El Abandono en la Divina Providencia”, cap. II).

El mundo de Dios queda así a disposición de todos, porque el lenguaje divino es sumamente cercano, cotidiano. No hace falta recurrir a métodos especiales, ni a charlas de grandes profesores, ni a días de retiro en un monasterio. Basta con vivir bien lo ordinario para incrementar el amor a Dios y las virtudes cristianas.

Lo “extraordinario” puede ayudar, es algo muy bueno. Nadie lo duda. Pero se logra mucho más a través de la escucha continua de Dios en el presente más humilde, más sencillo, más repetitivo.

En esta clave, es posible descubrir la voluntad de Dios en cada momento presente: en el teléfono que suena, en la puerta que chirría, en la tos que nos empieza a inquietar, en la gotera del piso de arriba, en las palabras amables de un amigo, en la mirada inquisitorial del jefe de trabajo. Como también en el presente que gime en el viento, que hace acrobacias en la golondrina, que llora en el familiar enfermo, que me abraza cuando llego a casa, que me despierta desde la visita de un mosquito.

La santidad, entonces, está al alcance de todos: no es una conquista de pocos “iniciados”, no es un sueño remoto alcanzable sólo por algunos “seres superiores”. Para el P. de Caussade, la acción divina llega a todos. Lo que hace falta es abrir bien el alma para dejarse guiar por el Maestro interior a través de las mil peripecias, sencillas y normales, de cada día.

“La acción divina es más extensa y presente que los diversos elementos. Entra en vosotros por todos vuestros sentidos, siempre que usáis de ellos según la voluntad de Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo lo que le sea contrario. No hay átomo que, al penetraros, no haga penetrar con Él esta acción divina hasta la médula de vuestros huesos. Los humores vitales que llenan vuestras venas corren por el movimiento que Él les imprime. Todas las diferencias de fuerza o debilidad, de euforia vital o de desfallecimiento, la vida y la muerte, no son sino instrumentos divinos que están obrando. Y así, hasta los mismos estados corporales son todos obras de gracia. Todos vuestros sentimientos y pensamientos, vengan de aquí o allá, todo procede de esta mano invisible” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).

¿Tan sencillo, tan fácil? Parece que preferimos seguir caminos más tortuosos, hacer sacrificios especiales, buscar métodos y lecturas refinadas. Mientras, dejamos de lado un camino ofrecido a todos, porque a todos ama Dios, y a todos invita a escuchar y aceptar Su Voluntad a través del momento presente. Lo “único” que hay que hacer es decirle a Dios, con mucha confianza, “fiat, hágase”.

Sigue el P. de Caussade:

“El momento presente es siempre como un embajador que manifiesta la voluntad de Dios, y el corazón fiel le responde siempre: fiat. Así el alma en todas las alternativas se encuentra en su centro y lugar. Sin detenerse jamás, va viento en popa, y todos los caminos y maneras la impulsan igualmente hacia adelante, hacia lo ancho e infinito: todo es para ella, sin diferencia alguna, medio e instrumento de santidad, en tanto considere siempre que eso que se presenta es lo único necesario [Lc 10,42]” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).

Por eso el alma deja de lado cualquier preferencia para acoger, simplemente, las indicaciones con las que cada día le habla el Señor.

“No busca ya el alma con preferencia la oración o el silencio, el retiro o la conversación, la lectura o la escritura, ni la reflexión o el cesar de discurrir; no le preocupa el alejamiento o la búsqueda de libros espirituales, o elegir entre abundancia o escasez, enfermedad o salud, vida o muerte. Simplemente, lo que ella busca en todo momento es la voluntad de Dios; lo único que pretende es el despojamiento, el desasimiento, la renuncia a todo lo creado, sea real o solamente afectiva, no ser nunca nada por sí y para sí, ser siempre en la voluntad de Dios, para agradarle en todo, haciendo de la fidelidad al momento presente su única alegría, como si no hubiera otra cosa en el mundo digna de su atención” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).

Existe, según la atrevida fórmula usada por el P. de Caussade, un “sacramento del momento presente”. Como todo sacramento, su eficacia en cada uno de nosotros depende de la fe con la que lo acojamos, del amor con el que lo vivamos.

Desde ese “sacramento” seguimos en camino, como tantos santos sencillos y grandiosos, que vivieron lo ordinario de modo extraordinario, que supieron descubrir cómo Dios viste a los lirios del campo, da de comer a los pajarillos, y ama intensamente a cada uno de sus hijos...

viernes, 12 de junio de 2015

Experimentando la Consciencia

Un ejercicio para darte cuenta de tu verdadera naturaleza

Por Walter Velásquez



Creer Vs. Observar
Para la mente, acostumbrada a los conceptos, es más fácil creer en lo que diga un gurú, un maestro o un profeta. Creer es fácil, porque no requiere de mucho esfuerzo ni necesita de discernimiento.

Por otro lado, la autoobservación requiere que nos convirtamos en investigadores de nuestro propio Universo. Pero esto no resulta cómodo para muchos porque requiere esfuerzo y constancia. Es más fácil repetir rituales prefabricados o entonar un mantra durante horas.

Observarnos a nosotros mismos no resulta tan fácil como suena, ya que solemos estar identificados con nuestros pensamientos y emociones. Creer que somos la mente es la mayor trampa de la mente misma. Observar la mente, significa tomar consciencia de los pensamientos sin emitir juicios o evaluaciones al contenido de estos.

La mente no puede observarse a sí misma. Puede que lo intente, pero la descubriéremos en su trampa porque esta siempre juzga cada pensamiento o emoción como “bueno” o “malo”. En cambio, la observación sin juicio procede de “algo” que está más allá de la mente. Ese “algo” ha sido llamado de muchas maneras a lo largo de la historia: “Atman”, “Presencia”, “Ser” y “Consciencia” son algunos de estos nombres. Lo importante es entender que ese “algo” que observa a la mente y al ego sin juzgar, no es “alguien”, es decir, no es el yo. Este observador carece de centro psicológico, es Consciencia Pura.

Cuando observamos la respiración o nos damos cuenta de que estamos caminando, es la Consciencia Pura entrando en acción. Practiquemos esto cada vez que lo recordemos, convirtámoslo en una práctica cotidiana, para experimentar sus efectos en nuestra manera de percibir el mundo.

La sutil corriente de energía
Si observamos al ego, podremos entender que este no tiene realidad como un “yo” separado. Lo que llamamos ego (o personalidad), es la suma de pensamientos, emociones y reacciones que ocurren a diario en nuestro organismo mente-cuerpo. Pero todos esos pensamientos, emociones y reacciones no surgen de un “yo” que decide conscientemente expresarlos. No, simplemente son reflejos condicionados, respuestas automáticas que se generan a partir de la programación que hemos recibido en nuestros genes y en nuestras experiencias a lo largo de la vida. Si alguien le teme a los ratones o ama las flores, cuando grita o se estremece al percibir cualquiera de estos estímulos, no lo hace porque así lo decida; simplemente es un reflejo automático que surge de la mente y su condicionamiento previo.

Para que estos reflejos condicionados dejen de controlarnos es necesario observarlos diariamente. Pero, mientras estemos identificados con la mente esto va a ser muy difícil. Por ello quiero invitarte a llevar a cabo un experimento que podría llevar tu nivel de identificación a un grado superior.

Hazlo en este momento: enfócate en la respiración al tiempo que sientes el cuerpo desde adentro… Hazlo por un minuto… ahora siente la sutil corriente de energía que recorre el cuerpo[1]. Si puedes sentir esta sutil corriente de energía, enfócate en ella y déjate llevar. Esta es una puerta de entrada a la Consciencia Pura. Hazlo mientras estas en reposo y cuando te acuestes a dormir. Esto afectará seriamente tu sentido de identidad porque en algún momento sabrás que eres la Consciencia y que no estás limitado(a) únicamente a tu cuerpo.

Esa corriente de energía que se siente al hacer este experimento es la Vida misma que anima tus células, es el sustrato del Universo, el cual no es afectado no nada de lo que ocurre en tu vida. En vez de identificarte con la mente que es cambiante e inestable, puedes identificarte con esta corriente de energía en cualquier momento del día. Ella siempre está allí, nunca cambia y no puede ser afectada por palabras o situaciones. Y como podrás descubrir, es una sensación de dicha constante.

La clave está en nunca forzar la experiencia ni utilizar la imaginación para experimentar la corriente de energía. Simplemente enfócate en la respiración, al tiempo que sientes el cuerpo desde adentro, y lo demás se dará por añadidura. La corriente de energía siempre está allí, no la estás creando, simplemente estás tomando consciencia de la Consciencia. Mientras más veces en el día hagas esto, mayor será la identificación con la Fuente. Estando en ese estado puedes observar los pensamientos y darte cuenta de su naturaleza ilusoria. Esto no se trata de creer, si no de experimentar. Allí radica la gran diferencia.



[1] Si a pesar de hacer el ejercicio, no sientes la corriente de energía, no te preocupes ni trates de forzarlo. Sigue practicando la respiración consciente sin esperar nada y deja que esta experiencia devenga de forma natural en el momento que debe llegar.