jueves, 13 de junio de 2013

Hablemos de cine

Una de las películas que más impactó mi vida hace algunos años fue “Más allá de los sueños” con Robín Williams. Esta película cuenta la historia de una familia donde los hijos y el padre mueren en accidentes y la madre se suicida. Después vemos la historia desde la perspectiva de padre (Robin Williams) que entra en un mundo espiritual creado por él mismo. Luego de reencontrarse con sus hijos, cada uno de los cuales ha creado su propio mundo mental, va en busca de la madre, quien vive en el inframundo producto de la decisión de haberse suicidado.

La trama de esta película es muy interesante y logra tocar la fibra emocional del público. Además nos hace reflexionar sobre la posibilidad de la vida después de la muerte. Pero… ¿Es esa la visión más elevada sobre la vida y la muerte?

El Ser Eterno no nace ni muere. Por su parte, el ser humano con el cual nos identificamos es tan solo una proyección holográfica de nuestra mente. Lo que creemos que somos, nuestros gustos, deseos, aspiraciones y carácter está todo almacenado en el cerebro. Esa personalidad que se va creando a medida que crecemos y somos moldeados por las experiencias de nuestra vida, por nuestros padres y por la educación que recibimos no es nuestro Ser verdadero. La palabra personalidad viene del griego “prosopon” refiriéndose a la máscara que usaban los actores durante las obras de teatro. La personalidad o ego es una máscara, no es lo que somos realmente. Y esa máscara responde a la vida basada en los recuerdos almacenados en la memoria, por lo tanto se trata totalmente de una ilusión mental.

Lo que la película propone es la continuidad de la máscara después de la muerte, ya que los personajes continúan guardando la personalidad que tenían antes de morir. Desde ese punto de vista, este film nos lleva a identificarnos con nuestros pensamientos y su proyección que es el ego humano.

El Ser es puro, eterno e infinito, por lo tanto no es afectado por nada de lo que la mente haga o deje de hacer. Toda la historia de defender “mis creencias religiosas”, “mi dignidad”, “mi nación”, etc. no es más que una argucia para defender el ego, el cual es aficionado a la palabra “mío” y “tuyo”. Es más, la mayoría de la religiosidad del mundo se hace desde esa personalidad humana llamada ego. Es el ego el que cree que necesita salvación y que se siente bien por adorar la personalidad de un gurú o de un papa, o por pertenecer al grupo de “los elegidos”. Es el ego el que repite mantras y oraciones creyendo que así se unirá a Dios. El Ser por su parte, no necesita unirse a Dios, porque el Ser es Dios.

Otra película que vi recientemente titulada “El Origen”, con Leonardo Di Caprio, muestra la historia de un grupo de persona que son capaces de tener sueños compartidos. Allí se analiza cómo la mente crea toda la arquitectura del sueño y a los personajes del mismo, basada en la información guardada en la memoria. Al final, queda la pregunta si la vida misma –con sus alegrías y tristezas, amigos y enemigos- no es más que un sueño creado por la mente.

Pues bien, el Despertar es darnos cuenta de que aquello que somos no puede dañar ni ser dañado, no puede ser afectado por lo que el otro diga o haga. Toda la lucha se trata del ego peleando contra el ego, tratando de demostrar afanosamente que tiene la razón y que es mejor que el otro. Esa lucha estúpida es una ilusión generada por la creencia de que somos lo que pensamos. Si te cuesta aceptar esto, es porque estás aferrado con todas tus fuerzas a tu personalidad humana, a lo que crees que eres. Al respecto, Jesús dijo: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará.” (Lucas 9, 24)

Al observar la mente como si fuéramos un observador externo, entramos a una dimensión más allá de los pensamientos y dejamos de percibir la vida en términos de “tú” y “yo”, para ver a un Dios eterno manifestado en todas y cada una de las criaturas de este Universo, desde la mosca hasta la estrella más lejana.


Por lo tanto el Despertar consiste en tomar consciencia de lo que somos, sabiendo que se trata de algo infinitamente más inmenso que ese pequeño “yo” llamado Carlos o María; es soltar al “individuo” mezquino y egoísta que se cree el centro del mundo para Ser la totalidad del Universo, para entender que somos y siempre hemos sido el Todo en todo. Despertar en ser verdaderamente Conscientes, es decir, vivir la vida –no en función de los pensamientos que nos llevan constantemente del pasado al futuro- sino poniendo nuestra plena atención en el momento presente, en lo que está sucediendo justo aquí y ahora.

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