Una de las películas que más impactó mi vida hace algunos
años fue “Más allá de los sueños” con Robín Williams. Esta película cuenta la
historia de una familia donde los hijos y el padre mueren en accidentes y la
madre se suicida. Después vemos la historia desde la perspectiva de padre
(Robin Williams) que entra en un mundo espiritual creado por él mismo. Luego de
reencontrarse con sus hijos, cada uno de los cuales ha creado su propio mundo
mental, va en busca de la madre, quien vive en el inframundo producto de la
decisión de haberse suicidado.
La trama de esta película es muy interesante y logra tocar
la fibra emocional del público. Además nos hace reflexionar sobre la posibilidad
de la vida después de la muerte. Pero… ¿Es esa la visión más elevada sobre la
vida y la muerte?
El Ser Eterno no nace ni muere. Por su parte, el ser humano
con el cual nos identificamos es tan solo una proyección holográfica de nuestra
mente. Lo que creemos que somos, nuestros gustos, deseos, aspiraciones y carácter
está todo almacenado en el cerebro. Esa personalidad que se va creando a medida
que crecemos y somos moldeados por las experiencias de nuestra vida, por
nuestros padres y por la educación que recibimos no es nuestro Ser verdadero. La
palabra personalidad viene del griego “prosopon” refiriéndose a la máscara que
usaban los actores durante las obras de teatro. La personalidad o ego es una
máscara, no es lo que somos realmente. Y esa máscara responde a la vida basada
en los recuerdos almacenados en la memoria, por lo tanto se trata totalmente de
una ilusión mental.
Lo que la película propone es la continuidad de la máscara después
de la muerte, ya que los personajes continúan guardando la personalidad que
tenían antes de morir. Desde ese punto de vista, este film nos lleva a
identificarnos con nuestros pensamientos y su proyección que es el ego humano.
El Ser es puro, eterno e infinito, por lo tanto no es
afectado por nada de lo que la mente haga o deje de hacer. Toda la historia de
defender “mis creencias religiosas”, “mi dignidad”, “mi nación”, etc. no es más
que una argucia para defender el ego, el cual es aficionado a la palabra “mío”
y “tuyo”. Es más, la mayoría de la religiosidad del mundo se hace desde esa
personalidad humana llamada ego. Es el ego el que cree que necesita salvación y
que se siente bien por adorar la personalidad de un gurú o de un papa, o por pertenecer
al grupo de “los elegidos”. Es el ego el que repite mantras y oraciones
creyendo que así se unirá a Dios. El Ser por su parte, no necesita unirse a
Dios, porque el Ser es Dios.
Otra película que vi recientemente titulada “El Origen”, con
Leonardo Di Caprio, muestra la historia de un grupo de persona que son capaces
de tener sueños compartidos. Allí se analiza cómo la mente crea toda la
arquitectura del sueño y a los personajes del mismo, basada en la información
guardada en la memoria. Al final, queda la pregunta si la vida misma –con sus alegrías
y tristezas, amigos y enemigos- no es más que un sueño creado por la mente.
Pues bien, el Despertar es darnos cuenta de que aquello que
somos no puede dañar ni ser dañado, no puede ser afectado por lo que el otro
diga o haga. Toda la lucha se trata del ego peleando contra el ego, tratando de
demostrar afanosamente que tiene la razón y que es mejor que el otro. Esa lucha
estúpida es una ilusión generada por la creencia de que somos lo que pensamos. Si
te cuesta aceptar esto, es porque estás aferrado con todas tus fuerzas a tu
personalidad humana, a lo que crees que eres. Al respecto, Jesús dijo: “Porque
el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa
de mí, la salvará.” (Lucas 9, 24)
Al observar la mente como si fuéramos un observador externo,
entramos a una dimensión más allá de los pensamientos y dejamos de percibir la
vida en términos de “tú” y “yo”, para ver a un Dios eterno manifestado en todas
y cada una de las criaturas de este Universo, desde la mosca hasta la estrella
más lejana.
Por lo tanto el Despertar consiste en tomar consciencia de
lo que somos, sabiendo que se trata de algo infinitamente más inmenso que ese
pequeño “yo” llamado Carlos o María; es soltar al “individuo” mezquino y egoísta
que se cree el centro del mundo para Ser la totalidad del Universo, para
entender que somos y siempre hemos sido el Todo en todo. Despertar en ser verdaderamente
Conscientes, es decir, vivir la vida –no en función de los pensamientos que nos
llevan constantemente del pasado al futuro- sino poniendo nuestra plena
atención en el momento presente, en lo que está sucediendo justo aquí y ahora.
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