Creo que nunca me cansaré de citar a
Anthony de Mello en este Blog. La humanidad todavía no ha llegado a comprender
la verdadera estatura de este sacerdote católico. La humanidad aún no está
lista para entender sus enseñanzas porque no quieren despertar. Tony fue una adelantado
a su tiempo, él estaba a años luz de la época en que vivió. Recuerdo que cuando
yo tenía 16 años una tía que es religiosa me prestó un libro del viejo Tony, se
llamaba “El Canto de la rana”. Yo lo miré con desdén y no le presté atención.
¿Quieren saber por qué? En esa época yo era miembro adscrito a una secta que
decía poseer la verdad más elevada de esta Tierra. Allí tenían una respuesta
para cada pregunta y eso le fascinaba a mi mente preguntona. Pero en realidad
todo eso era basura. Tony jamás dijo algo como que él tenía la verdad más
elevada, él fue un hombre sencillo y sin pretensiones, pero este hombre había
despertado y yo no lo pude ver en esa época. Bueno, sin más preámbulos, dejemos
que Tony nos divierta con una de sus historias:
La fiesta en la iglesia, por Anthony de Mello
El
peligro de lo que puede hacer la religión se ve muy bien en una historia que
contó el Cardenal Martini, Arzobispo de Milán. La historia es sobre una pareja
de italianos que se van a casar. Se habían puesto de acuerdo con el párroco
para hacer una pequeña recepción en el atrio de la parroquia, frente a la iglesia.
Pero llovió, y no se podía hacer la recepción, de modo que le dijeron al
sacerdote: "¿Podríamos hacer la celebración en la iglesia?
Al
padre no le entusiasmó hacer una recepción en la iglesia, pero ellos le
dijeron: "Comeremos un poco de torta, cantaremos una canción, tomaremos un
poquito de vino y nos iremos a casa". De manera que el padre aceptó. Pero
como eran italianos amantes de la vida, tomaron un poco de vino, cantaron una canción,
luego tomaron otro poquito de vino y cantaron más canciones, y a la media hora
había una gran celebración en la iglesia. Y todos se estaban divirtiendo mucho.
Pero el padre estaba tenso, paseándose de un lado para otro en la sacristía, preocupado
por el ruido que estaban haciendo. El coadjutor entró y le dijo:
- Veo
que usted está muy tenso.
- Por
supuesto que estoy tenso. ¡Oiga el ruido que están haciendo, y en la casa de
Dios! ¡Santo Dios!.
- Pero
padre, realmente no tenían a dónde ir.
-¡Ya lo
sé! Pero, ¿Por qué tienen que hacer tanto ruido?
-
Bueno, no debemos olvidar que el mismo Jesús asistió una vez a una boda! ¿No es
verdad, padre?
- Yo sé
que Jesucristo asistió a un banquete de bodas. ¡No es necesario que usted me
diga que Jesucristo asistió a un banquete de bodas! ¡Pero no estaba allí el
santísimo sacramento!
Miren:
A veces el Santísimo Sacramento es más importante que Jesucristo: Cuando el
culto es más importante que el amor, cuando la iglesia es más importante que la
vida, cuando Dios es más importante que el prójimo. Y así sigue. Ése es el peligro.
En mi opinión, para esto era para lo que Jesús evidentemente nos llamaba:
¡Primero lo primero!
La
persona es mucho más importante que el sábado. Hacer lo que le digo,
convertirse en lo que estoy indicando, es mucho más importante que decir Señor,
Señor. Pero a su mullah no le va a gustar oír eso, se lo aseguro. A sus
sacerdotes no les va a gustar oír eso. Sin embargo, de eso es de lo que hemos
estado hablando. De la espiritualidad. Del despertar. Como les dije, si quieren
despertar es extremadamente importante hace lo que llamo "autoobservación".
Sean conscientes de lo que dicen, sean conscientes de lo que hacen, sean
conscientes de lo que piensan, sean conscientes en su manera de actuar. Sean conscientes
del lugar de donde vienen, de cuáles son sus motivaciones. No vale la pena
vivir una vida sin consciencia.
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