¿Cuántas veces –sin darnos cuenta- nos encontramos
perdidos en nuestros pensamientos creando conflictos imaginarios? ¿Te ha
ocurrido que la mente imagina discusiones y problemas que no han sucedido? A
eso se refiere Paul Watzlawick en “La historia del martillo”, un cuento que
encontramos en su libro: “El arte de amargarse la vida”.
La mente crea conflictos imaginarios todo el tiempo. Pero no debes luchar
contra ella o tratar de detenerla, ya que eso acentúa el conflicto y divide aún
más la mente. Algo diferente que puedes hacer es observarla como si se tratara
de una película. La mente sólo puede operar cuando no somos conscientes de
ella, pero, cuando es observada, esta se detiene. El cuento es el siguiente:
Un hombre
quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El
vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le
preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo?
Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero
quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí.
¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza.
Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida.
¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor
tan sencillo a otro? Tipos como este le amargan a uno la vida. Y luego se
imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo… Así,
nuestro hombre sale precipitadamente a casa del vecino, toca el timbre, se abre
la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir “buenos días”,
nuestro hombre le grita furioso: “¡Quédese usted con su martillo, son penco!”.
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