Imagina
que vas caminando por un mercado y encuentras a un vendedor de gafas. Cada gafa
tiene un color diferente y al ponértela, ves el mundo de una manera distinta. Las
gafas representan las diferentes creencias religiosas y los paradigmas
científicos rígidos. Una vez adoptas un paradigma, solamente verás al mundo a
través de él, entonces, ya nunca volverás a ver la realidad.
Pero
incluso desde que somos muy niños, nuestros padres y profesores programan
nuestra mente para ver el mundo de una determinada manera. Nadie nace racista u
homofóbico, el racismo o la homofobia, por ejemplo, son creencias que
hemos adoptado de la sociedad. Así mismo, nadie nace cristiano o judío, nuestra
religión depende de la geografía, es decir, del lugar donde nacemos.
¿Podemos
escapar de la programación para ver la vida tal como es? No es tan sencillo, se
necesita cierta disciplina en la capacidad de observar la mente. Cuando
observamos un pensamiento y descubrimos que ese pensamiento surge de la
programación que hemos recibido del mundo, entonces este ya no puede
controlarnos. El pensamiento que es observado es desarmado, se desenmascara, y
pierde su poder, entonces nos liberamos de la programación. He ahí la clave de
la libertad.
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