Un elefante corría hacia su boda, llevaba en la trompa el
anillo de compromiso. Corría por el cauce de un río. De repente tropezó con una
roca y en la búsqueda del equilibrio para no caer y mojarse, la trompa soltó el
anillo y vio como se zambullía en las aguas. Se volvió loco, removió todo con
su cuerpo para buscar el anillo, y con cada movimiento, lo único que hacía era
elevar la arena y el sedimento
del lecho del río, oscureciendo las aguas. Cada vez se agitaba más, y cada vez
era más difícil averiguar dónde estaba el anillo. Así llevaba rato.
Cerca, en una de las márgenes del río, sentado en una de las ramas de un árbol, un pájaro multicolor observaba todo suceso, riéndose de vez en cuando. Al final grito:
- Eh tú, para ya-
el elefante al principio no sabía quién le hablaba,
- Si tu- para ya, quédate quieto-
Al final vislumbró al pájaro tranquilo en una de las ramas del árbol. Se lo quedó mirando embobado.
- Si quédate quieto, por favor, no te muevas más.
El elefante dejó de moverse, las aguas fueron calmándose, y el sedimento bajo hacia el lecho. Poco a poco las aguas se volvieron claras, el elefante estaba quieto, asombrado del hecho. Al final cuando todo estaba tranquilo, en el fondo del río, descubrió algo que brillaba. En plena quietud y calma pudo recuperar el anillo. Una vez alcanzado, descubrió la quietud como elemento de armonía y serenidad.
Cerca, en una de las márgenes del río, sentado en una de las ramas de un árbol, un pájaro multicolor observaba todo suceso, riéndose de vez en cuando. Al final grito:
- Eh tú, para ya-
el elefante al principio no sabía quién le hablaba,
- Si tu- para ya, quédate quieto-
Al final vislumbró al pájaro tranquilo en una de las ramas del árbol. Se lo quedó mirando embobado.
- Si quédate quieto, por favor, no te muevas más.
El elefante dejó de moverse, las aguas fueron calmándose, y el sedimento bajo hacia el lecho. Poco a poco las aguas se volvieron claras, el elefante estaba quieto, asombrado del hecho. Al final cuando todo estaba tranquilo, en el fondo del río, descubrió algo que brillaba. En plena quietud y calma pudo recuperar el anillo. Una vez alcanzado, descubrió la quietud como elemento de armonía y serenidad.
Reflexión: cuando tratamos de aquietar nuestros
pensamientos por medio de la disciplina o el esfuerzo, sólo logramos crear
mayor confusión. Mediante el sólo hecho de observar la mente sin identificarnos
con los pensamientos, esta se calma y puede estar en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario