viernes, 23 de agosto de 2013

El desafío de un pastor cristiano

Voy a ser sincero, no me gustan las iglesias, pero amo a las personas que pertenecen a ellas porque de alguna manera están buscando su despertar, y lo más importante, porque en realidad todos ellos son parte de Dios. Si leemos los evangelios, veremos que Jesucristo nunca buscó cristianos, él quiso que hicieras lo que él hizo: Ser el Cristo. Pero la mayoría de las iglesias te enseña a repetir rituales y cumplir las normas olvidando lo más importante: Amar. Eso fue lo que vi en todos los años que formé parte de sectas y religiones: personas que amaban tanto a Dios, que simplemente no tenían tiempo para amar al prójimo, esto me parece la más grande paradoja de la espiritualidad. He visto a personas que son capaces de dedicar varias horas al día a repetir mantras, decretos o cualquier clase de oración, pero que son incapaces de amar al prójimo por su condición social, por su orientación sexual o simplemente, por pertenecer a una iglesia diferente a la suya. Todo esto me produce asco y me parece la mayor clase de hipocresía. Si quieres rechazar a otros, hazlo, pero no uses a Dios como excusa.

Quiero compartir esta magnífica historia de un pastor cristiano que desafió al cristianismo, pero además, el acto valeroso de este hombre es un desafío para ti también, sin importar en qué creas o a qué grupo pertenezcas. No sé cuántas horas diarias de yoga, meditación o mantras prácticas, pero la pregunta es: ¿Eres capaz de amar a alguien aunque el mundo te diga que ese individuo no merece ser amado?


El pastor Jeremías Steepek se disfrazó de mendigo y fue a la iglesia de 10 mil miembros donde iba a ser presentado como pastor principal por la mañana. Caminó alrededor de la iglesia por 30 minutos en cuanto ella se llenaba de personas para el culto. Solamente 3 de cada 7 de las 10.000 personas decían "hola" para el mendigo. Para algunas personas, Él les pidió monedas para comprar comida. Nadie en la Iglesia le dio algo. Entró en el templo e intentó sentarse en la parte de adelante, pero los diáconos le pidieron que se sentase en la parte de atrás del templo. Él saludaba a las personas que le devolvían miradas llenas de asco y de desprecio al mirarlo de la cabeza a los pies.

En cuanto estaba sentado en la parte de atrás del templo, escuchó los anuncios del culto y luego en seguida un líder subió al altar y anuncio que se sentía emocionado en presentar al nuevo pastor de la congregación: "Nos gustaría presentarles a ustedes al Pastor Jeremías Steepek". Las personas miraron alrededor aplaudiendo con alegría y ansiedad. Fue cuando el hombre sin hogar, el mendigo que se sentaba en los últimos bancos, se colocó en pie y comenzó a caminar por el corredor. Los aplausos pararon. Y todos lo observaban. Él se aproximó al altar y agarró el micrófono. Se contuvo por un momento y dijo:

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis."

Después de haber leído el texto de Mateo 25:34-40, Miró a la congregación y les contó todo lo que había pasado aquella mañana. Muchos comenzaron a llorar, muchas cabezas se inclinaron por la vergüenza. El pastor dijo entonces: "Hoy veo una reunión de personas, y no a la Iglesia de Jesucristo. El mundo tiene suficientes personas, pero no hay suficientes discípulos. ¿Cuándo ustedes se convertirán en discípulos?", pregunto. Luego de una pausa, cerró el culto y se despidió: "¡hasta la semana que viene"! 

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