viernes, 24 de mayo de 2013

La entrega total


El Ser que somos no nace ni muere. Entonces ¿por qué tememos a la muerte? El miedo a la muerte proviene del ego, ya que esta significa desprenderse de todo aquello que le representa satisfacción y apego. Si de sólo pensar en la muerte te estremeces, es un síntoma de que tu ego todavía está muy vivo. Él tiene toda clase de excusas para no morir: los hijos, la familia, los planes, etc. Pero antes de que existieras como una personalidad individual, el Universo ya existía, y seguirá existiendo a pesar de lo que tu ego haga o deje de hacer. Estar listo para morir es entregar el ego, por ello Jesús lo venció en la cruz cuando entregó su vida.

Jesús fue humillado y vituperado por el mismo pueblo al cual ayudó, sin embargo, él no reaccionó a los improperios. Estando en ya en la cruz exclamó: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, dando a entender con esto que todavía había una parte suya que se sentía separada de Dios. Cuando finalmente dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, entregó lo que quedaba de ego y aceptó su Ser en Dios.

Todos debemos pasar por esta muerte –la muerte del ego—para poder Ser plenamente lo que somos. Por ello, cuando hablen mal de ti, cuando inventen calumnias, en vez de salir a defender a tu ego, calla y permite que este muera. Cada chisme al que dejas de reaccionar, es una muerte para el ego. Aprovecha esa oportunidad. Esa es la clave máxima que Jesús conocía, por ello nos enseñó tan sabiamente a poner la otra mejilla en vez de entablar una discusión para defender la imagen de nosotros mismos que hemos creado.

El Ser que somos no puede dañar ni ser dañado. Por ello las críticas no lo tocan, es el ego quien se hiere cuando dicen cosas que no le gustan sobre sí. Jesús también sabía esto y por ello dijo “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Los humanos sólo actúan basados en su programación y en sus múltiples heridas psicológicas. Por ello podemos tener compasión, que es la compresión profunda de las programaciones que motivan a la gente, en vez de perder el tiempo odiando y guardando rencor.

La muerte es la entrega final, por ello debemos darle la bienvenida en paz, sin miedo. El Universo se encargará de nuestros seres querido cuando no estemos, y toda experiencia que ellos vivan –amarga o dolorosa- será necesaria para su despertar.

Una clave que enseñan los budistas zen para dar muerte al ego es hacer una meditación en la cual imaginemos el momento de nuestra muerte; la gente llorando, nuestros seres queridos haciendo vida sin nosotros, y observar la vida seguir su curso, ya que no éramos el centro del Universo. Luego podemos imaginar cómo nuestro cuerpo se descompone hasta quedar huesos y polvo. Cuando no quede nada de nuestro cuerpo, entonces quedará lo que realmente somos. Este ejercicio puede ser muy terrorífico para el ego, pero es sumamente efectivo para empequeñecerlo.

Pregúntate si estás listo para morir ahora mismo. Si no te sientes listo, enfócate en qué es aquello a lo que tu ego teme, qué es lo que no quiere soltar, por altruista que ese apego pueda parecer. La muerte no existe, sólo el ego muere. Cuando nos creemos demasiado importantes, pensamos que el mundo dejará de girar si no seguimos con vida. Yo antes me creía muy importante, ahora estoy listo para morir ya que el Ser que soy ha existido y seguirá existiendo con o sin esta manifestación individual llamada Walter Velásquez, la cual no tiene absolutamente ninguna importancia para la vida.

Un maestro zen de China caminaba siempre con una calavera en su mano, muchos no entendieron el significado, pero él estaba celebrando la muerte como el principio del pleno despertar. En la India, la diosa Kali está adornada por un collar de calaveras, representando la muerte de las múltiples máscaras del ego humano. En muchas culturas la muerte se celebra como el principio de un nuevo nacimiento a la luz de la Consciencia. Sin embargo, muchos mueren tan identificados con el ego, que necesitan un nuevo cuerpo para lograr su despertar. Entonces es el ego quien reencarna, el Ser no nace ni muere, simplemente es.

Enfoca tu atención en la muerte y define lo que sientes. Si hay miedo o dolor, enfócate en ese sentimiento. Localiza la emoción en tu cuerpo, enfoca tu atención en esa parte de tu cuerpo donde sientes el miedo o el dolor. Quédate allí, sintiendo y observando en silencio, sin juzgar ni etiquetar esa emoción y observa como poco a poco desaparece. Has esto una y otra vez hasta que el miedo a la muerte haya desaparecido por completo, eso significará que tu ego ya no podrá controlar tu vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario