Las verdades espirituales han sido
enseñadas desde épocas milenarias por los grandes maestros como Buda, Jesús,
Lao Tsé o Bodhidharma. Ellos enseñaron la verdad de una forma sencilla,
práctica, comprensible. Al respecto los maestros zen solían decir que la verdad
desnuda sólo podía ser encontrada:
Fuera
de la enseñanza; aparte de la tradición.
No se
funda en palabras ni en letras.
Apunta
directamente a la mente humana.
Penetra
en la naturaleza humana y alcanza el conocimiento búdico.
A pesar de que sus enseñanzas
fueron básicas y apuntaban directamente a la verdad, muchos hombres que
vinieron después decidieron hacerlas complicadas, difíciles y mentales.
Lo que encontramos hoy en día en
el campo espiritual es una serie de conceptos mentales basados en experiencias
subjetivas. Se enseña que para alcanzar el despertar espiritual hay que aceptar
una serie de dogmas, rituales que iniciaciones que sólo algunas personas
supuestamente muy especiales pueden otorgar. Ellos creen tener el monopolio de
Dios y la verdad y mantienen a las personas atrapadas por medio del miedo, la
culpa o la promesa de una salvación futura.
Pero el futuro simplemente no
existe. La salvación o iluminación sólo se puede alcanzar en el único momento
que es real: el Ahora. La iluminación no está más lejos que nuestra
respiración. Esto es lo que los grandes Maestros han enseñado, la verdadera
libertad de Ser en Dios aquí y ahora.
La libertad consiste en ser
felices. Pero me refiero a la felicidad verdadera y no a esa felicidad
artificial que se alcanza mediante la acumulación de objetos, personas o
relaciones. Si tu felicidad depende de que tengas un buen empleo, o una
familia, o un gurú que dice cosas maravillosas, entonces no es felicidad en el sentido
verdadero. Cuando eres feliz a pesar de que todo tu mundo se derrumbe, de que
tus seres queridos te abandonen, cuando tu felicidad no depende de nada externo
a ti, serás realmente feliz.
¿Crees que vivir una felicidad así
es imposible? Eso es lo que nos han enseñado. Pero es real porque muchas
personas lo han alcanzado antes de ti. Ellos y ellas lo alcanzaron no por medio
de la lucha y la guerra contra el ego, sino siendo uno con la naturaleza, con
la consciencia divina que todo lo penetra con el gran Tao.
Sigue
tu naturaleza y acuerdo con el Tao;
continúa
vagando y deja de preocuparte.
Si
tus pensamientos están ligados arruinas
lo genuino...
No te
opongas al mundo de los sentidos,
pues
cuando no te opones a él,
resulta
ser igual al completo Despertar.
La
persona sabia no se esfuerza;
el
ignorante se sujeta a sí mismo...
Si
obras con tu mente sobre tu mente,
¿cómo
podrás evitar una inmensa confusión?
Seng-ts'an
Para alcanzar el despertar
espiritual no necesitas aprender nada o adquirir nada ni pasar ninguna clase de
iniciaciones. Al contrario, necesitas soltar, liberarte de ideas, prejuicios y
conceptos, que son lo que se opone a tu pleno despertar.
De hecho, tú ya eres un Ser
iluminado, ya eres eternamente feliz, dichoso y despierto. ¿Por qué no lo
notas? Porque tus creencias y apegos te hacen creer que eres otra cosa
diferente a tu verdadera naturaleza. No tienes que convertirte en nada -por eso
digo que las iniciaciones son innecesarias- simplemente debes aceptar aquello
que eres desde el principio. Medita en la siguiente pregunta: ¿Quién eras tú
antes de habitar por primera vez un cuerpo humano? La respuesta a eso es tu
verdadera naturaleza.
El despertar espiritual no es un
algo que puede ser obtenido. Simplemente es aceptar lo que ya eres. No se trata
de ganar algo artificial por medios artificiales. Se trata de ser genuino, original,
sencillo, se trata de ser tú mismo.
Muchas personas como yo, que han
gastado tiempo y energía siguiendo –y enseñando- senderos complejos y
difíciles, entran en shock cuando se dan cuenta de que todo ese tiempo que
gastamos en teorías y rituales no nos llevó a la realización espiritual. Pero
no fue un tiempo perdido, de hecho, haber pasado por eso y el cansancio y
decepción que ello genera, es lo que nos ha traído de nuevo a la sencillez y la
simplicidad de la verdad.
En el momento de su despertar
espiritual, Ha-kuin gritó:
"¡Qué
maravilla, qué maravilla: No hay nacer y morir del que tengamos que escapar, ni
ningún conocimiento supremo por el cual tengamos que luchar!"
Hsiang-yen lo expresó así:
¡De
golpe olvidé todo mi saber!
De
nada sirve la artificial disciplina,
porque,
para cualquier lado que me vea, manifiesto el antiguo Camino.
Y Sokei-an Sasaki lo dijo de esta
manera:
Un
día borré de mi mente todas las nociones. Abandoné todos los deseos. Descarté
todas las palabras con las que pensaba y me quedé quieto. Me sentí un poco
raro, como si fuera llevado hacia algo, o como si fuera tocado por algún poder
extraño a mí... cuando ¡paf! entré. Perdí los límites de mi cuerpo físico. Desde
luego tenía mi piel, pero sentía que estaba en el centro del cosmos. Hablaba,
pero mis palabras habían perdido sentido. Vi gente que venía hacia mí, pero
todos eran el mismo hombre, ¡todos eran yo mismo! Nunca había estado en
este mundo. Había creído que yo había sido creado, pero ahora tengo que cambiar
mi opinión: nunca fui citado. Yo era el cosmos. No existía ningún señor Sasaki individual.
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