¿Puede la verdad ser atrapada en una doctrina
estática? Los grandes Maestros saben que nos es así. Para conocer la Verdad hay
que estar presentes en el Ahora, ya que esta puede mutar de momento a momento. Esto
no quiere decir que la verdad sea algo subjetivo o personal, claro que no, la Verdad
es objetiva y trascendente, pero la mente sí es subjetiva y cambiante. Por lo
tanto, cuando alguien está identificado con su mente, recibe la enseñanza de su
Maestro de acuerdo a su estado mental actual. Pero esa no es la verdad
estática, a medida que el individuo despierta puede recibir enseñanzas más
profundas y directas.
El mismo Jesús no tenía una enseñanza estática
para todos sus seguidores. Al joven rico que se le acercó solicitando ser
aceptado como discípulo le pidió que renunciara a sus riquezas. Pero no hizo lo
mismo con Nico0demo o José de Arimatea, quienes también eran ricos. Esto sucedió
porque el joven estaba apegado a sus posesiones, mientras que José y Nicodemo
no tenían ese problema.
Ramakrishna también era conocido porque sabía
leer el estado espiritual de las personas y les enseñaba de acuerdo a este. A unos
los iniciaba en Bhakti, a otros les transmitía el Jnana yoga y a otros los
iniciaba en la ciencia del Raja yoga. Esto lo hace un Maestro iluminado que
sabe que la verdad no es estática y siempre se da de acuerdo al nivel de
compresión de cada individuo. La siguiente historia nos ilustra cómo la
enseñanza puede variar de persona a persona de acuerdo a su estado mental.
Un joven discípulo
solicitó al Maestro Iluminado el asistir en silencio a las entrevistas que éste
concedía a aquellas personas que iban en busca de su consejo y sabiduría. La
primera visita fue la de un hombre que preguntó: -Maestro, ¿Dios existe? -Sí -fue
la lacónica respuesta. En la segunda visita una mujer también preguntó: -Señor,
¿Dios existe? -No -fue en esta oportunidad la contestación. En una tercera
visita un joven interrogó: -Iluminado, ¿Dios existe? En esta ocasión, el
Maestro guardó silencio, y el joven se marchó sin una respuesta a la pregunta
formulada.
El discípulo,
desconcertado por la extraña conducta del Maestro, no pudo por menos que
preguntarle: -Señor, ¿cómo puede ser que a tres preguntas iguales hayas
respondido de modo diferente cada vez? -Lo primero que has de saber -contestó
el Maestro- es que cada contestación va dirigida a la persona que pregunta y
por tanto no es para ti ni tampoco para nadie más. Y lo segundo es que he
respondido de acuerdo con la realidad y no con las apariencias. En el primer
caso se trataba de un hombre en el que mora la divinidad pero que ahora vive un
momento de oscuridad y duda, por eso he querido apoyarlo. El segundo caso se
trataba de una mujer beata apegada a las formas externas de la religión que ha
descuidado a su familia por atender el templo, y por ese motivo es bueno que
aprenda a encontrar a Dios entre los suyos. El tercer caso se trataba sólo de
alguien que ha venido a verme por curiosidad y sencillamente ha improvisado esa
pregunta como podía haber hecho cualquier otra.
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