Casi todos
los maestros espirituales, gurús, pastores y sacerdotes te dicen cosas como
estas: “No seas iracundo”, “evita la lujuria”, “no te permitas sentir envidia”,
“rechaza la gula”, etc. Ellos te dicen todo lo que no debes hacer pero nunca te
enseñan cómo hacerlo. Entonces sus senderos se convierten en un proceso
contante de represión. Reprimen la ira, la envidia, la lujuria y todo lo demás.
Pero al reprimir esta energía no se destruye, ella simplemente se adentra en lo
profundo del inconsciente y tarde o temprano regresará a la consciencia con más
fuerza.
Aun cuando
estos maestros te digan cosas como: “Se amoroso”, “se compasivo”, “busca la
sabiduría”, etc., ellos en realidad te están conduciendo a un sendero ficticio.
Si buscas ser amoroso, desarrollaras un amor, o una compasión o una sabiduría
artificial. El verdadero amor no se construye ni se forma, simplemente se le
permite fluir de adentro hacia afuera de manera natural. Es más, ni siquiera
necesitas llamarlo amor, sólo lo dejas fluir y no sientes la necesidad de
catalogarlo con un nombre. Los nombres corrompen porque son limitantes. Los
nombres pueden encasillar algo tan inefable como el amor dentro de una
categoría predeterminada por el cerebro.
En cambio la
Consciencia es diferente. Cuando hay Consciencia plena de la ira, cuando la
observas sin rechazarla, cuando la acoges y te haces uno con ella, cuando la
aceptas plenamente; entonces la ira se transforma por si sola. Aquí no hay
represión, aquí opera un proceso diferente: la transmutación. Cuando empiezas a
practicar esto en la vida diaria, empiezan a emerger sentimientos que estaban
ocultos en el Ser, que no habían podido surgir porque estaban atrapados en
medio de las corazas del ego. Entonces la mente llamará a estos sentimientos
paz, amor o sabiduría. Pero ellos no necesitan un nombre para ser porque ellos
estaban antes de que los nombres fueran inventados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario