domingo, 22 de marzo de 2015

No lo llames amor, déjalo fluir

Casi todos los maestros espirituales, gurús, pastores y sacerdotes te dicen cosas como estas: “No seas iracundo”, “evita la lujuria”, “no te permitas sentir envidia”, “rechaza la gula”, etc. Ellos te dicen todo lo que no debes hacer pero nunca te enseñan cómo hacerlo. Entonces sus senderos se convierten en un proceso contante de represión. Reprimen la ira, la envidia, la lujuria y todo lo demás. Pero al reprimir esta energía no se destruye, ella simplemente se adentra en lo profundo del inconsciente y tarde o temprano regresará a la consciencia con más fuerza.

Aun cuando estos maestros te digan cosas como: “Se amoroso”, “se compasivo”, “busca la sabiduría”, etc., ellos en realidad te están conduciendo a un sendero ficticio. Si buscas ser amoroso, desarrollaras un amor, o una compasión o una sabiduría artificial. El verdadero amor no se construye ni se forma, simplemente se le permite fluir de adentro hacia afuera de manera natural. Es más, ni siquiera necesitas llamarlo amor, sólo lo dejas fluir y no sientes la necesidad de catalogarlo con un nombre. Los nombres corrompen porque son limitantes. Los nombres pueden encasillar algo tan inefable como el amor dentro de una categoría predeterminada por el cerebro.

En cambio la Consciencia es diferente. Cuando hay Consciencia plena de la ira, cuando la observas sin rechazarla, cuando la acoges y te haces uno con ella, cuando la aceptas plenamente; entonces la ira se transforma por si sola. Aquí no hay represión, aquí opera un proceso diferente: la transmutación. Cuando empiezas a practicar esto en la vida diaria, empiezan a emerger sentimientos que estaban ocultos en el Ser, que no habían podido surgir porque estaban atrapados en medio de las corazas del ego. Entonces la mente llamará a estos sentimientos paz, amor o sabiduría. Pero ellos no necesitan un nombre para ser porque ellos estaban antes de que los nombres fueran inventados.


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