miércoles, 2 de abril de 2025

A la naturaleza no le importan los lugares sagrados

 


Mandalay fue el corazón espiritual de Myanmar donde cada rincón recordaba el Dharma. Sus 729 estupas guardaban las palabras de Buda. El Mahamuni Buddha, cubierto de láminas de oro por siglos de devoción, brillaba como símbolo de pureza e iluminación. Los peregrinos subían el profético Mandalay Hill en meditación, ya que más que una ciudad, Mandalay era un mandala viviente donde oro y piedra recordaban las enseñanzas del Buda Gautama.


Mandalay, conocida como la ciudad de oro, fue destruida por el terremoto de magnitud 7,7 que ocurrió el pasado 28 de marzo de 2025 en la antigua Birmania. A la naturaleza no le importó todos los símbolos sagrados que había en la antigua capital real de Myanmar, y en su lugar, dejó un hedor a cadáveres. Al universo le dio igual que miles de monjes meditaran y oraran diariamente allí. Para la naturaleza los lugares sagrados y los rituales sagrados carecen de valor. Para la naturaleza todo es impermanente y nada está exento del cambio.

En lugar de perseguir lugares sagrados o repetir rituales muertos, podemos estar Conscientes allí donde estemos. No importa si es el baño de tu casa o un mercado abarrotado de personas malolientes, el lugar donde estás es el punto más sagrado del universo. Date cuenta de lo que está ocurriendo dentro y fuera de ti en cada preciso momento, porque allí y sólo allí, está la clave de tu despertar.

No necesitas ir a ningún lado para encontrarte. Si no te encuentras allí donde la vida te ha colocado, no te encontrarás en ningún otro lugar. El fervor por los lugares sagrados parte de la incapacidad de ver la sacralidad del momento presente estés donde estés. Si tienes la oportunidad de ir a todos esos sitios hazlo y disfrútalo, pero no creas que eso te hará más espiritual. Immanuel Kant nunca salió de su ciudad natal (Königsberg), pero revolucionó la filosofía de todo el mundo con su Ética del imperativo categórico. El sitio donde estás siempre es perfecto, disfrútalo y acéptalo.

 

Walter J Velásquez

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