Por Walter J Velásquez
Las religiones se fundamentan en
creencias, es decir que funcionan a nivel de la mente. La mayoría de ellas no
quieren que llegues al orgasmo porque en ese momento se produce un instante de
no-mente donde únicamente experimentas el Presente. Es por eso que han creado
toda esa historia de pecado y vergüenza alrededor del sexo, enseñando que su único
fin es la reproducción.
Si una mujer se siente pecadora o
inadecuada no podrá soltarse lo suficiente como para alcanzar el orgasmo. La mujer
necesita liberarse de las cadenas de la culpa impuestas por la religión y
explorar su propio cuerpo para encontrar la forma de alcanzar la plenitud
sexual. Las religiones quieren relegar a las mujeres a un segundo plano para impedir
que ejerzan su liderazgo en el mundo. La revolución de la mujer debe empezar
por reclamar su derecho a sentir placer durante la relación.
Si el hombre se siente pecador o
culpable durante la relación sexual, sólo experimentará un poco de placer al
momento de la eyaculación, pero no podrá sentir orgasmos. En cambio, cuando el
sexo se realiza de manera consciente el hombre puede experimentar orgasmos
antes de la eyaculación, e incluso sin necesidad de llegar a ella.
Las religiones y los gobiernos
quieren controlar a las personas. Uno de los métodos más eficaces para
controlar a la gente es interviniendo en su sexualidad. Es por eso que han
creado el celibato, la monogamia y los matrimonios arreglados. Todo esto
asegura el control sobre las mentes de los individuos. Así mismo los regímenes
ateos como lo son China o Rusia ejercen un gran control sobre la sexualidad de
sus ciudadanos, porque saben que así pueden controlar su comportamiento.
La sexualidad es una energía que
actúa como una olla exprés: cuando se reprime, tarde o temprano termina
estallando. Esa explosión de energía sexual reprimida es lo que vemos actualmente
en la forma de violaciones y abuso de niños, pornografía y música con letras
sexuadas. Si desde niños las personas vieran la sexualidad como algo natural,
no existiría nada de eso. Es al enseñar que el sexo es “pecado” que esa energía
se reprime para luego emerger de forma distorsionada.
La hipersexualidad o adicción al
sexo se da cuando la persona no vive plenamente su vida sexual. En su inconsciente
el individuo ha guardado la información de que el sexo es pecado, pero se
rebela contra su propia moral desarrollando una conducta inmoral. Este
conflicto interior entre lo moral y lo inmoral hace que la persona busque el
sexo, pero no lo disfrute de manera plena. Al no disfrutarlo totalmente, desarrolla
un comportamiento compulsivo donde cada vez necesita más y más. Por compulsivo
me refiero a una conducta persistente que afecta de manera dañina la salud, el
trabajo y las relaciones.
Cuando el individuo se libera de
toda idea de “pecado” y entiende que el sexo es un impulso natural, se puede
soltar durante la relación. Soltarse implica tomar consciencia de las sensaciones
que experimenta en su cuerpo y sentir profundamente cada caricia, cada beso,
sentir el roce de la piel del otro. El sexo no es un buen momento para pensar,
sino para sentir y dejarse llevar por las sensaciones. Esto permite experimentar
un disfrute más pleno. Esa sensación de plenitud es semejante a la de saciedad.
Cuando la persona se siente saciada no necesita caer en la repetición compulsiva.
Para lograr esto hay que elevarse por encima de los opuestos de la moralidad y la
inmoralidad, llegando a un estado amoral. El amoral es aquel que trasciende los
conceptos dualísticos del “bien” y el “mal” relativos. Es allí cuando se puede
vivir una sexualidad saludable.
La sexualidad saludable es
aquella que está libre de culpa, de miedo y del impulso compulsivo. Una
sexualidad saludable puede incluir muchas y variadas formas de practicarla. La
clave es que lo que se haga cuente con el consentimiento de las partes
involucradas. Cabe advertir que en el caso de niños o personas con discapacidad
mental, aunque haya un aparente consentimiento, este no debe ser tenido en
cuenta debido a que su edad mental no les permite tomar decisiones informadas. La
sexualidad saludable no incluye la realización de actividades que pongan en
riesgo la salud y la integridad personal de los involucrados. Esto implica los
cuidados que hay que tener frente a las enfermedades de transmisión sexual.
Una sexualidad saludable es una
sexualidad Consciente. En ese punto el coito deja de ser un mero acto mecánico
realizado para obtener una gratificación temporal, y se convierte en una puerta
para entrar en el Aquí y el Ahora. En el momento del orgasmo no existe pasado
ni futuro, únicamente presente. El orgasmo es una fuerza poderosa que sacude el
cuerpo liberándolo de las garras del tiempo y de los límites del “yo”. Es ahí
cuando se puede experimentar la Consciencia Cósmica.
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