lunes, 28 de octubre de 2013

Habitar el cuerpo

Christine Caldwell es una psicoterapeuta de enfoque corporal, es decir, ella se especializa en comprender cómo se experimentan las emociones a través de nuestro cuerpo y cómo pueden ser sanadas al experimentarlas plenamente. En su libro: “Habitar el cuerpo”, ella habla de cómo nosotros los humanos evitamos las emociones desplacientes que experimentamos como la angustia o el miedo y escapamos de ellas enfocando la mente en pensamientos banales o por medio de una adicción. “Habitar el cuerpo” es una invitación a tomar consciencia de nuestras emociones, a observarlas, sentirlas y entrar en ellas plenamente. Al hacer esto, la emoción pierde su poder y su fuerza, ya que esta se alimenta de nuestra actitud de rechazo y resistencia hacía ella.

Christine nos habla de la consciencia de nuestras emociones desde un enfoque científico, pero fácil de entender a la vez. Ella es fundadora del Departamento de Piscología somática del Naropa Intitute, y no oculta su simpatía por las enseñanzas del Maestro Zen Thich Nhat Hanh. He aquí un extracto de su libro:



Todos queremos adherirnos a los buenos sentimientos y liberarnos de los malos. La mayoría de personas que acuden a mí, vienen con el objetivo de liberarse de emociones y conductas indeseadas y de ponerse en situación de percibir las buenas.  Por un lado, eso tiene sentido. ¿Quién no querría tener una vida satisfactoria? Sin embargo, lo que establece el budismo es que la clave para alcanzar esta existencia reside en nuestro modo de buscarla.

En primer lugar tenemos que aceptar que el dolor existe y se produce. Es difícil que podamos desarrollar nuestra existencia sin pasar por experiencias dolorosas como la agonía de un perro, las magulladuras producidas por una caída, o sufrir alguna injusticia, revés o enfermedad.


La felicidad no surge de apartar el dolor y de pulsar el botón del placer, cosa que nos vuelve adictos, provocándonos indecibles sufrimientos, sino de bailar con el flujo, participando en todo lo que se presenta.  Y así es como llegamos a comprender que la felicidad no tiene que ver con los buenos ratos que hayamos pasado y con los malos tragos que hayamos evitado, sino con estar dispuestos a aceptar la vida tal como se produzca, a afrontarla y a responder a ella según transcurra y fluya. No nos apegamos a los contenidos de la vida, sino que celebramos el proceso mismo de  estar vivo. 

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