El inconsciente, que se hizo popular en 1900 con los estudios de Sigmund Freud, es como una especie de pozo donde va todo aquello que no queremos reconocer en la consciencia. Imagina que tu madre hizo algo que te molestó mucho y sientes ira hacía ella, como la religión y la cultura (superyó) te dicen que no debes odiar a tu madre, entonces reprimes ese odio en el inconsciente. De esta manera, aprendemos a reprimir en el inconsciente miles de ideas, pensamientos y emociones durante toda nuestra vida. Con el tiempo, esa carga se va haciendo insoportable y la “olla a presión” del inconsciente busca por donde liberar la energía reprimida. Toda esa energía es liberada en la forma de neurosis, enfermedades, depresión, ansiedad o cualquier otra clase de patologías que afectan nuestra vida.
La religión es quizá la mayor responsable de nuestro
contenido inconsciente. Desde niños nos enseñan a reprimir la ira o el deseo
sexual para ser un “buen cristiano”, eso causa una gran carga emocional que se devuelve
en contra nuestra. Por ejemplo, los “demonios” o “espíritus posesos” que
aquejan a muchas personas son la proyección de sentimientos agresivos que se
vuelven luego contra nosotros acusándonos como espíritus malévolos.
Freud practicó la catarsis como una forma de liberar
nuestras emociones reprimidas. Un ejemplo de catarsis es cuando una persona
deja salir, con ayuda de un terapeuta o no, la ira, miedo o cualquier otra
emoción. El mismo Freud se decepcionó de la catarsis al ver que no producía un
efecto duradero sobre sus pacientes. Aunque muchas terapias alternativas y
algunos psicólogos todavía la usan, estudios científicos han demostrado que recurrir
a la catarsis para liberar una emoción es como echar gasolina al fuego.
El problema con el inconsciente es que los deseos y temores
que hay allí reprimidos entran en conflicto con los ideales de la mente
consciente. De esta manera la mente se divide y se establece una lucha entre
dos facciones. Por un lado está lo que es (la emoción o pensamiento
inconsciente), la cual entra en guerra contra lo que la mente cree que debería
ser (un pensamiento más puro o elevado). Este conflicto mental genera estrés y
ansiedad y no le permite a la persona alcanzar la paz.
Una manera de liberar el contenido del inconsciente es mediante
la autoobservación. Esta consiste en observar cada pensamiento y emoción que
aparece en la mente como si le estuviera sucediendo a otra persona, como si fuéramos
un observador externo. Lo importante es no juzgar nunca el pensamiento o
emoción, simplemente observarlo de forma ecuánime. Cuando juzgamos lo que
aparece en la mente como “bueno” o “malo”, es la mente que sigue dividida
luchando contra sí misma. Ese juicio mental no es autoobservación, más bien se
trata de un autoanálisis que no lleva a ningún lado.
Cuando observas la mente y su funcionamiento sucede algo muy
poderoso: que te desidentificas de la mente y adquieres consciencia de que eres
el observador, es decir, el Ser infinito. Al hacer esto se activa la Consciencia
de lo que eres, y esa misma consciencia consume el pensamiento o emoción que
aparecen en la mente.
Repito, lo más importante es que nos juzgues los
pensamientos que aparecen como “buenos” o “malos”. Cuando haces esto, los
pensamientos “malos” son reprimidos inmediatamente al inconsciente, así nunca
podrán ser consumidos. Cuando no hay juicio, los pensamientos y emociones
inconscientes empiezan a aflorar libremente para ser consumidos por la luz de
la Consciencia.
No temas pensando que al dejar de juzgar tus pensamientos
estos van a tomar el control de tu mundo. Algo muy importante de esto es que al
observarlos como si fueras un testigo externo te desidentificas de la mente y
el ego, y estos ya no pueden controlarte. Es justamente cuando te identificas
con ellos que estos te controlan.
A medida que practicas esto, el contenido inconsciente va
desapareciendo y la mente empieza a dejar de estar dividida entre lo que es y
lo que cree que debería ser, de esta manera hay integridad mental, cesa la
división, y hay paz. La autoobservación es, quizás la puerta más directa hacía nuestro despertar, ya que esta nos conduce a tomar consciencia de nosotros como el Observador es decir, el Ser Puro y perfecto que no nace ni muere.
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