Representación artística del bosón de Higgs (Crédito imagen shutterstock.com) |
Por
nadie
Dividir
el Universo entre lo espiritual y lo material es la raíz del conflicto entre la
ciencia y la espiritualidad. Un científico que se asombra ante la magnificencia
de una galaxia o la perfección de una célula está viviendo una experiencia tan
espiritual como la del monje budista que contempla su respiración o la de una madre
que abraza a su hijo.
El
Universo, que a los ojos humanos parece tan sólido, está constituido por
unidades más pequeñas llamadas moléculas. Las moléculas a su vez están formadas
por átomos y estos están compuestos por protones, electrones y neutrones. Pero
aquí no termina la historia, los protones y neutrones a su vez están
constituidos por partículas más pequeñas.
Aunque
se denominan “partículas subatómicas”, los científicos saben que en realidad no
son partículas. De hecho, dependiendo del observador pueden comportarse como
ondas o partículas. Una partícula es una manifestación de un campo más amplio
presente en todo el Universo. Por ejemplo un electrón es una manifestación del
campo electrónico y un bosón de Higgs es una excitación del campo de Higgs.
Las
partículas se generan por excitaciones locales de un campo. Esto nos permite
entender que las llamadas partículas no son materia. La paradoja es que el
Universo, que parece sólido, a nivel subatómico no es materia sino energía. Si equiparamos
la palabra energía con espiritualidad, llegamos a la conclusión de que todo,
absolutamente todo en el Universo es espiritual.
Esos
impulsos de energía e información, que se mueven en el vacío de todos los
estados posibles de información y energía son la Consciencia pura. Todo lo que
se forma a partir de allí son manifestaciones de la Consciencia. Entonces ¿Cómo
podríamos separar el espíritu de la materia?
Nisargadatta
Maharaj, un vendedor de cigarrillos de Bombay que obtuvo el despertar hace
muchos años lo expresó de esta manera:
“Cuando ves el mundo, ves a Dios. No hay
que ver a Dios aparte del mundo. Más allá del mundo ver a Dios
es ser Dios”.
Para
Nisargadatta, no tenía ningún sentido separar al mundo de la Consciencia. Él la
llamaba “Dios”, únicamente para que su audiencia de esa época pudiera
comprenderlo.
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