Vivimos en un mundo donde, desde pequeños nos enseñan a ser competitivos. Pero esa necesidad de superar al otro, que surge del deseo del ego de prevalecer sobre el ego de los demás, tiene un alto costo: la fragmentación de la sociedad, lo cual es un aliciente inconsciente para el odio que se alimenta de la ilusión de control y superioridad.
Por Anthony de Mello. Tomado del libro: “¡Despierta! Charlas
sobre la espiritualidad
(La competición) puede ser cruel si se basa en el odio a uno
mismo y a los demás. La gente se siente bien sobre la base de que otros se
sientan mal; usted gana derrotando a otro. ¿No es terrible? ¡Aceptado como
obvio en un manicomio!
Un médico norteamericano escribió sobre el efecto de la competición en su vida.
Él asistió a una escuela de medicina en Suiza, en la cual había un grupo grande
de norteamericanos. Cuenta que algunos de los estudiantes se conmocionaron
cuando se dieron cuenta que no había calificaciones, no había premios, no había
cuadro de honor, no había un primer o segundo puesto en la escuela. El
estudiante aprobaba o no aprobaba. Dijo: "Algunos no podíamos aceptarlo. Nos
volvimos casi paranoicos. Creíamos que tenía que haber algún truco". De
manera que algunos se fueron para otra escuela.
Los que se quedaron descubrieron algo extraño que nunca
habían encontrado en las universidades norteamericanas: Los estudiantes
brillantes les ayudaban a los otros a aprobar, compartiendo con ellos sus
apuntes. El hijo de este médico asiste a la escuela de medicina de los Estados
Unidos y le cuenta que en el laboratorio, la gente frecuentemente altera el
microscopio de manera que el siguiente estudiante demore tres o cuatro minutos
en ajustarlo. Competición. Tienen que tener éxito, tienen que ser perfectos.
Y relata una bella historia, la cual dice él que es
verdadera, pero que podría ser una hermosa parábola. Había una aldea en los
Estados Unidos en donde la gente se reunía por la tarde a escuchar música.
Tenían un saxofonista, un tamborero y un
violinista, la mayoría de ellos, personas de edad. Se reunían para estar juntos
y para gozar de la música, aunque no la ejecutaban muy bien. De manera que se
divertían, gozaban, hasta que un día decidieron conseguir un nuevo director que tenía mucha ambición y mucha energía.
El nuevo director les dijo: "Amigos, tenemos que dar un
concierto; tenemos que preparar un
concierto para la aldea". Luego, gradualmente, fue descartando a algunas
de las personas que no tocaban muy bien, contrató algunos músicos
profesionales, organizó la orquesta, y los nombres de todos aparecieron en el
periódico. ¿No era maravilloso? De manera que decidieron mudarse a la gran
ciudad y tocar allí. Pero algunos de los ancianos con lágrimas en los ojos, dijeron:
"Era tan maravilloso en aquellos tiempos cuando hacíamos mal las cosas y
gozábamos con ellas". De manera que la crueldad entró a su vida, pero
nadie la reconoció como crueldad. ¡Miren cuán loca se ha vuelto la gente!
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