Muchos creen que la religión es un escape a la prisión
social. Pero sólo es otra prisión más grande y bonita.
La palabra religión bien del latín “religare” que significa
“unir de nuevo”. Tú no necesitas unirte a nada porque nunca has estado separado
de nada. Eres uno con el Cosmos y con la energía que Lao Tsé denominó el TAO,
la inteligencia suprema que mueve todas las cosas. La humanidad lo llama Dios,
y si quieres ponerlo en estas palabras, “Nunca has estado separado de Dios
porque Dios es el Todo en Todo.”
La religión, en nombre de Dios, ha servido para dividir y
fragmentar a la humanidad. Un gran porcentaje de las guerras han sido iniciadas
por fines religiosos o han sido apoyadas por personas religiosas.
Pero la humanidad está evolucionando hacía una nueva
Consciencia en la cual se reemplaza la religión por la espiritualidad. La
espiritualidad que está naciendo no riñe diciendo: “mi dios es mejor que el
tuyo”, o “yo iré al cielo y tú al infierno”. No, esta nueva espiritualidad se
basa en respeto por las creencias del otro y en una profunda humildad que se da
de forma natural porque ya no tenemos la necesidad de ser los dueños de la
verdad.
Mientras esto sucede, debemos tener la posibilidad de
comprender y ser compasivos con aquellos que están atrapados en las prisiones religiosas.
Ese es un paso necesario para ellos y para la humanidad. Nosotros también
estuvimos allí.
No me
malinterpreten, yo no propongo el fin de la religión si no su transformación.
Una transformación que se dará de forma natural desde adentro, en la cual las personas pasarán gradualmente del miedo al amor. Los actos irracionales de la humanidad son motivados por el
miedo, y el amor es la cura. San Francisco, Santa Teresa, Martín Luther King, Gandhi,
Rumí, Madre Teresa de Calcuta, Ramakrishna y muchos otros son un minúsculo
ejemplo de que las religiones están llenas de personas espirituales que son
parte de ese cambio interno que las impulsará hacía el amor.
No planteo tampoco que las iglesias y sus símbolos deban desaparecer.
Las iglesias y los símbolos cumplen un papel fundamental. Sirven para que
aquellos que se sienten desconectados de Dios puedan empezar a sentir su unidad
con Él a través de ese símbolo religioso. Así que el cambio empieza cuando
respetamos al otro y somos compasivos con él o ella.
A veces hablo directamente exponiendo los esquemas rígidos y
obsoletos de la religión. Esto tiene como finalidad sacudir a aquellos que ya
están listos para el cambio y despertar a la consciencia de su letargo para
moverse con los vientos del Tao hacía la consciencia no-dual que no está
controlada por las categorías limitadas del bien y del mal.
La consciencia no-dual es el observador, el testigo de la
mente y del ego. En ese mero acto de observar los movimientos de la mente sin juzgar, está la libertad de la dualidad y el sufrimiento porque el observador
no es “alguien” que observa, sino el Cosmos entero que despierta a través de
ti.
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