El problema básico del hombre es que lleva una vida
fragmentada. El inconsciente vive en un conflicto constante contra la mente
conciente[1],
los instintos tratan de obtener la victoria sobre la moral y la moral trata de
imponerse sobre los instintos.
Tanto los instintos como la moral provienen del
inconsciente, la moral es algo que adoptamos de nuestros padres y de la
religión. Las personas morales se someten a la norma que han introyectado en
sus mentes. Por otro lado, las personas inmorales se rebelan contra esa norma.
Moral e inmoral son dos caras de la misma moneda, ambos están atrapados en la
mente. La creciente ola de inmoralidad que vemos hoy en día es una guerra
dualística contra la moral, lo cual sólo produce mayor sufrimiento.
El Ser es Amoral, es decir, desconoce lo moral. El Ser vive
en la inocencia y en la pureza absoluta. Al no tener conocimiento de la moral,
no necesita rebelarse contra ella, por lo tanto, no necesita ser inmoral. El
estado Amoral era el que poseían Adán y Eva antes de comer el árbol del “bien y
del mal”, es decir, antes de empezar a calificar las cosas en términos de
“bueno” y “malo”.
En un artículo anterior hablamos de los indígenas trobilandeses. Cuando llegaron los misioneros a esa comunidad, las mujeres
empezaron a ir a la iglesia con los pechos descubiertos. Estas mujeres hacían
eso con absoluta pureza. Cuando los misioneros les prohibieron entrar a la iglesia sin ropa, les enseñaron
que la desnudez era objeto de vergüenza. Los misioneros fueron para este pueblo la “serpiente”
bíblica que les dio a comer del árbol del bien y del mal. Ellos, en su afán de
salvar las almas de estas personas, no se dieron cuenta de que sus almas nunca
habían caído en la dualidad y que lo que hicieron fue dañarlas al enseñarles a
ser morales. Pero la moralidad siempre engendra lo inmoral. Después de un
tiempo de educación sobre conceptos tan desconocidos para ellos como la moral,
el pecado y el rechazo a la sexualidad, empezaron a haber violaciones entre los
trobilandeses, cosa que nunca antes había sucedido.
En la historia de la humanidad, solamente ha existido una
religión Amoral, el Taoísmo. Lao-Tsé se situó por encima de la dualidad, de
hecho consideraba que las normas impuestas –como las que enseñaba Confucio-
solamente confundían más al pueblo.
Para la mente es muy difícil entender esto, ya que ella sólo
piensa en términos relativos de bien y mal. Algunos pensarán que estoy
promoviendo la inmoralidad al eliminar la moral. Pero no es así, la inmoralidad
es sólo otra prisión que nos atrapa en el ego, la inmoralidad es una forma de
reaccionar ante la norma. De lo que hablo aquí es del estado Amoral del Ser al
cual no se puede llegar por ningún esfuerzo o sendero, sino únicamente a través
del conocimiento de sí mismo como el Absoluto que trasciende los opuestos. Es decir,
el estado Amoral no es algo que debe ser buscado, es más bien, el resultado
natural del despertar.
¿Cómo actúa entonces un ser Amoral? Él es virtuoso sin
buscar ser virtuoso, es respetuoso sin ser consciente de que lo es, es
bondadoso sin buscar nunca la bondad. En contraposición a esto, la persona
religiosa puede ser todas estas cosas (virtuoso, respetuoso o bondadoso), pero
todo esto lo hace únicamente de manera superficial, buscando cumplir la norma
que ha introyectado de su iglesia. Las motivaciones de una persona religiosa
para practicar la virtud pueden ser variadas: Impresionar a otros y recibir
reconocimiento, evitar un “castigo divino” o un karma por su falta de virtud,
buscar su salvación, complacer a sus padres o a su líder religioso, o simplemente,
por miedo a la condenación eterna o al rechazo de los miembros de su iglesia.
Por otro lado el Ser Amoral no busca nada al dar o al servir, él solamente lo
hace porque siente hacerlo. Lao-Tsé lo expresa así en el capítulo XXXVIII del
Tao Te King:
La
virtud superior no se precia de virtuosa, esa es su virtud.
La
virtud inferior aprecia su propia virtud, por eso no tiene virtud.
La
virtud superior no actúa ni tiene objetivos que alcanzar.
La
virtud inferior actúa y tiene objetivos que alcanzar.
La
bondad superior actúa y no tiene objetivos.
La
justicia superior actúa y tiene objetivos.
El
rito superior actúa y, si no halla respuesta, la fuerza.
Así,
perdido el Tao, queda la virtud.
Perdida
la virtud, queda la bondad.
Perdida
la bondad, queda la justicia.
Perdida
la justicia, queda el rito.
El
rito es sólo apariencia de fidelidad y origen de todo desorden.
El
conocimiento es sólo flor del Tao y origen de la necedad
Así,
el hombre grande observa lo profundo y no lo superficial.
Se
atiene al fruto y no a la flor, rechaza esto y prefiere aquello.
Los animales en su estado natural son amorales, ellos no
están divididos, por eso actúan directamente con base a sus impulsos: “cuando
tienen hambre, comen; cuando tienen sueño, duermen”. Una mente que no está
dividida actúa directamente, sin vacilar, pero consciente de lo que hace. La
división de la mente debe cesar para que esta pueda ser íntegra, esto se logra
por medio de la Autoconsciencia, la cual permite que lo inconsciente se haga
consciente.
La división de la mente produce fricción en los seres
humanos. Por ello las personas acuden al licor o a las drogas. Cuando estamos
bajo el efecto de sustancias psicoactivas la línea que divide lo inconsciente
de lo conciente se relaja, y se puede experimentar cierta integridad de la
mente. De este modo, lo inconsciente puede ascender a la conciencia[2]
sin ser calificado como algo malo (por ello los borrachos son capaces de decir
lo que nunca dirían en su sano juicio). Lamentablemente, hacer esto bajo el
efecto de sustancias produce una relajación temporal que no lleva al despertar
de la Consciencia sino a la creación de más dolor y sufrimiento.
Para trascender la moral y la inmoralidad debemos
observarlas, esto se logra siendo conscientes de nuestras programaciones
inconscientes. El observador es Amoral, ya que él no está programado en
términos de “bien” y “mal”, por ello en su observación no hay juicio. Sin haber
juicio ni conflicto, el observador consume aquello que es irreal, impermanente
e ilusorio. Entonces… sólo queda el Ser.
[1]
El lector debe diferenciar la palabra “conciencia” escrita con minúscula de la
“Consciencia” con mayúscula y “s” antes de “c”. La primera se refiere al
estrato superior de la mente, a su parte visible. La segunda hace referencia a
la Consciencia Cósmica o el Ser de Dios que se manifiesta a través de los seres
despiertos.
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