El infierno y el cielo se viven en la Tierra Aquí y Ahora.
Cada cual crea su propia ilusión basado en su estado de consciencia –o
inconsciencia. Los que han avanzado en el Despertar Espiritual experimentan
cierta paz y armonía en sus vidas. Pero muchas veces son afectados, no por sus
propios problemas, sino por los infiernos creados por sus seres queridos.
Cuando escuchan las quejas y el dolor de las personas que aman, en ocasiones se
identifican con ese dolor y terminan entrando en el infierno personal del otro.
Una opción fácil para no caer en esto sería pensar que todo
es una ilusión y volvernos insensibles ante el dolor ajeno. Pero Maestros como
Buda o Jesús nos enseñaron el valor de la Compasión por aquellos que duermen en
la inconsciencia. La pregunta es ¿Cómo ayudarlos sin identificarnos con sus
infiernos personales? La clave está en ayudar al otro desde la Compasión en vez
de hacerlo desde la lástima.
La lástima es una emoción del ego, es la falsa caridad que
surge de la creencia de que el otro en inferior a mí, y por lo tanto debo
apiadarme de él. La lástima hace que minimice al otro, pensando que está
incapacitado y no puede valerse por sí mismo.
En cambio, la Compasión me permite ver el que otro no es
menos que yo. Permite reconocer el potencial inmenso que hay en él y
comunicárselo de tal manera que él también pueda llegar a verlo. La compasión
permite que ayudes al otro desde un estado de consciencia superior en el cual
le das las herramientas para elevarse también.
Cuando alguien se está ahogando no puedes regalarle un
manual de natación, allí debes lanzarle el salvavidas. Así ocurre con las
personas a las que ayudamos, muchas veces necesitan una ayuda física y rápida,
pero esta debe ir acompañada de la convicción poderosa de que esa persona no es
una víctima de la vida y de las palabras o acciones adecuadas para mostrarle
que él o ella está en capacidad de levantarse y reclamar su propia victoria
sobre la ilusión del sufrimiento.
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