Nuestro principal objetivo es vivir en el presente, sin
embargo, al estar envueltos en la dualidad en ocasiones nos embarga el
abatimiento o el miedo. Muchas veces, la primera respuesta instintiva es huir
de esos sentimientos para experimentar la paz y la dicha. Pero en la huida está
la trampa que nos atrapa aún más en esas emociones.
Rechazar una emoción toxica significa entrar en conflicto
con el ahora, con lo que estamos sintiendo en el presente. Por otro lado,
identificarnos con dicha emoción y hundirnos en ella hace que quedemos
atrapados también en la trampa de la dualidad. El camino medio, el cual no tiene
nada que ver con el rechazo ni con la identificación, consiste en observar la
emoción de forma imparcial. Es decir, hacernos conscientes del lugar del cuerpo
donde la emoción se aloja y dedicar el presente a observar y a sentir ese punto
particular. La clave es que observemos sin emitir juicios de valor ni poner
etiquetas a lo que sentimos. Simplemente sabemos que es algo que está allí y lo
observamos de forma ecuánime, como un observador externo.
Algo importante es que no podemos observar la emoción con el
objetivo de que esta desaparezca, ya que allí habría una proyección al futuro. Se
trata de observarla sin expectativas, con calma, sin esperar nada a cambio. De esa
aceptación pura e inocente surge una transformación que viene desde adentro, y
entonces el espacio que antes ocupaba dicha emoción es ocupado Ahora por el
observador, es decir, la Consciencia pura.
En ocasiones, al hacer esto, la energía emocional se mueve,
se traslada a otra parte del cuerpo. Esto es muy positivo ya que significa que
la energía estancada se está movilizando dentro de nuestro espacio. Lo que
haremos allí es seguir el movimiento y observar cómo va desapareciendo. Si logramos
estar en paz con nuestras emociones toxicas estas se transformarán, en cambio,
mientras continuemos luchando contra ellas estas seguirán ejerciendo su poder
ilusorio.
Observar sin juzgar, sin esperar nada a cambio, aceptando
plenamente lo que llega en el presente… ahí radica la clave de la
transformación total.
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