El Maestro afirmaba que el mundo que ve la mayor parte de las
personas no es el mundo de la Realidad, sino un mundo creado por sus mentes. Cuando
un sabio quiso contradecirle, el Maestro puso dos palos sobre el suelo formando
la letra «T», y le preguntó:
«¿Qué ves ahí?»
«La letra T», respondió el otro.
«¡Lo que me suponía!», dijo el Maestro.
«No existe la letra T; no es más que un
símbolo que hay en tu mente. Lo que hay ahí son dos pedazos de rama en forma de
bastón».
Existe una realidad objetiva, pero observamos esa
realidad a través de la lente de nuestras creencias y valores. Si eres hincha
de un equipo de futbol, durante un partido tiendes a ver con mayor claridad las
faltas y agresiones del equipo contrario que las de tu equipo. ¿Por qué? Porque
no ves las cosas como son en realidad sino como quieres que sean.
Anthony de Mello dice lo siguiente:
El
que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa; el
que piensa como musulmán, no piensa... y el que piensa como católico, tampoco
piensa. Ellos son pensados por su ideología. Tú eres un esclavo en tanto y en
cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido y pensado por
una idea.
Cuando has asumido un sistema de
creencias religiosas o académicas por cierto tiempo, empiezas a pensar y a ver
el mundo de acuerdo al paradigma planteado por dicho sistema. En ese momento
dejas de pensar por ti mismo y alguien más –un sistema de creencias o un líder
religioso- piensa a través de ti, entonces has dejado de ser tú para convertirte
en la extensión de otro.
La imagen
mental de Dios no es Dios
Dios ¿Qué es Dios? Si preguntas a
personas de diferentes religiones cada uno dará una respuesta estando muy
seguro y convencido de lo que dice. Pero, ¿Han visto ellos a Dios? ¿Por qué
están tan seguros de esa descripción? Ellos están seguros porque su sistema de
creencias describe a Dios de esa manera. Pero Dios es mucho más que la imagen mental
condicionada que tenemos de Él. Cuando alguien tiene una experiencia espiritual
en la cual conoce a Dios, y luego trata de explicarla, lo hace a través de su
mente y sus condicionamientos, en ese momento lo que enseña se convierte para
sus seguidores en una imagen mental de Dios.
Si el líder espiritual experimentó a
Dios como una luz de color azul, y luego enseña esto, entonces sus seguidores
se convencerán de que Dios es azul y a partir de ese momento buscarán una
experiencia espiritual que les confirme lo que ellos ya creen, y su mente
estará dispuesta a ofrecerles eso que buscan: un Dios azul.
Por eso las descripciones de la
divinidad limitan a las personas y evitan que ellos encuentren a Dios tal como Es, más allá de
condicionamientos y paradigmas basados en sus sistemas de creencias.
Paradigmas
¿Qué es un paradigma? Es una forma
particular de ver la vida. Un paradigma es como unos lentes a través de los
cuales ves el mundo. Si tus lentes son rosa, ves la vida rosa, si son oscuros,
verás todo oscurecido. Si eres comunista o liberal, católico o protestante,
estás interpretando al mundo a través de los lentes de tu creencia política o
religiosa, entonces no estás viendo al mundo por lo que es sino por lo que tus
ideas preconcebidas te dicen que es.
Actualmente, científicos y filósofos
han concordado en que la ciencia no es estrictamente objetiva. Los científicos
no se limitan a ver la naturaleza y describirla tal cual; ellos interpretan la
naturaleza usando sus propios paradigmas científicos.
Ante la pregunta: “¿Cuál es la
naturaleza del ser humano?” un físico, un químico, un biólogo, un psicólogo, un
sociólogo un filósofo y un teólogo te darán respuestas muy diferentes. ¿Por
qué? La respuesta es que cada uno ve al ser humano desde su propio paradigma.
Siendo sincero contigo mismo podrás
darte cuenta de que no ves al mundo por lo que es. Interpretas al mundo de
acuerdo a los paradigmas y condicionamientos que has asumido desde la cuna.
Miras e interpretas la vida a través de tu mente, y esta a su vez, piensa la
vida basada en toda la información que ha acumulado en el pasado.
La cultura, la sociedad, la familia y
la religión influyen directamente sobre nuestra forma de ver e interpretar la
vida. Un mismo evento puede significar cosas diferentes para las personas, dado
su condicionamiento previo. Así que no somos realmente libres para ver y
disfrutar la vida por lo que es. La vida se convierte en un escenario que
confirma y representa lo que nuestro paradigma nos dice.
Un líder espiritual o un sistema de
creencias inculcan sus propias ideas en tu mente, de tal manera que llegas a
pensar que esas ideas son tuyas. No estoy diciendo con esto que no deberíamos pertenecer
a una iglesia o creencia, lo que digo es que debemos ir más allá de la creencia
para conocer la realidad última, que dio origen a la misma.
Un ejemplo de esto fue el sacerdote católico
Anthony de Mello, él era un pastor de su iglesia, pero siempre estuvo dispuesto
a buscar la verdad dentro de sí mismo. Él no tragó entero todo lo que le
enseñaron en el seminario. Pero tampoco tuvo que renunciar a su iglesia ni
enfrentar su jerarquía para encontrar la iluminación espiritual.
Más allá
de los condicionamientos
Volviendo al tema central de este artículo ¿Hay una forma
de ver la vida sin condicionamientos, libres de nuestros paradigmas? Sí la hay,
este ha sido el objeto de estudio de tradiciones milenarias como el budismo
Zen, sobre el cual profundizaremos más adelante en este blog. Pero más
recientemente Edmund Husserl y otros filósofos trabajaron en la fenomenología,
una corriente filosófica que busca llevar al hombre más allá de las fronteras
de sus condicionamientos.
La fenomenología no se trata de un conocimiento en el
sentido estricto de la palabra, estamos hablando más bien de un conocimiento
espiritual, más ligado a la intuición que a la percepción ordinaria. Se trata
de observar la “esencia” de las cosas, para ello es necesario ver al objeto por
lo que realmente es, es decir, observarlo en el ahora y no como un resultado de
los recuerdos o condicionamientos que hemos almacenado en nuestras mentes.
La mente almacena información sobre los objetos e inmediatamente
los califica de “buenos” o “malos”, “bonitos” o “feos”, “útiles” o “inútiles”.
Esta clasificación mental de las cosas nos aleja de su esencia y no nos permite
aprehender del objetivo. Un ejemplo de ello es un adulto que cruza cerca de un
árbol e inmediatamente empieza a sentir un malestar y repugnancia hacía el
árbol. Esto sucede porque le recuerda un tipo de árboles que estaban cerca de
un camino por el cual cruzó varias veces en medio de un calor abrumador y con
mucha sed y hambre. Es decir, el adulto ahora no está viendo al árbol por lo
que es, sino por lo que significó en el pasado. Uno de los objetos de la
fenomenología es poder trascender esto. La fenomenología contempla que el mundo
debe percibirse del modo en que se presenta a cada uno en el marco de su
experiencia.
Este tema es fascinante, y por medio de este blog
recibirás las herramientas para aprender a percibir al mundo tal como es, más
allá de los condicionamientos. Aprenderás a captar la esencia de las cosas. Por
el momento quisiera cerrar con otro cuento de Anthony de Mello:
El Maestro impartía su enseñanza: «El genio de un compositor se
halla en las notas de su música; pero analizar las notas no sirve para revelar
su genio. La grandeza del poeta se encierra en sus palabras; pero el estudio de
éstas no revela su inspiración. Dios se revela en la creación; pero, por mucho
que escudriñes la creación, no encontrarás a Dios, del mismo modo que no
descubrirás el alma por mucho que examines el cuerpo».
Llegado el momento del diálogo, alguien preguntó:
«Entonces, ¿cómo podemos encontrar a Dios?»
«Mirando la creación, no analizándola».
«¿ y cómo hay que mirarla?»
«Si un labrador intenta buscar la belleza en una puesta de sol, lo
único que descubrirá será el sol, las nubes, el cielo y el horizonte de la
tierra. . . mientras no comprenda que la belleza no es una 'cosa', sino una
forma especial de mirar, buscarás a Dios en vano mientras no comprendas que a
Dios no se le puede ver como una 'cosa', sino que requiere una forma especial
de mirar. . . semejante a la del niño, cuya visión no está deformada por doctrinas y creencias
prefabricadas».
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