Por Walter J Velásquez
Todo eso cambió cuando se desarrolló la agricultura y se
domesticaron los primeros animales, el hombre empezó a pensar más en el futuro:
“¿Cuánto trigo podré almacenar en la próxima
cosecha?” “¿Cómo podré duplicar mi número de cabras para el próximo invierno?”
Y no es que planear el futuro sea algo malo. De hecho la planeación es
importante. El problema es que el presente dejó de ser esencial, convirtiéndose
únicamente en un medio para construir un futuro ideal.
Luego vendría la religión organizada, la cual acabaría
convenciéndonos de que la felicidad únicamente se puede encontrar en el futuro:
“En el futuro seremos felices cuando
vayamos al cielo después de morir”. “En
el futuro seremos felices cuando Jesús regrese a la Tierra y establezca su
Reino de Gloria”. “En el futuro
seremos felices cuando habitemos en el Yanna, al lado del profeta Mahoma y los mártires
de la Yihad”. “En el futuro seremos
felices cuando alcancemos la iluminación y nos convirtamos en Buda”. “En el futuro seremos felices cuando logremos
nuestra ascensión en la luz”. “En el
futuro seremos felices cuando después de muchas reencarnaciones alcancemos la
Moksha (liberación)”. En el futuro… en el futuro…
Parafraseando a Nietzsche, el cielo futuro es una hipótesis
que reúne todo el odio y todo el resentimiento hacía la vida. Las religiones
odian la vida, desprecian el presente, evaden el ahora. Pero esto no ocurre
solamente a nivel de la religión. Se trata de una actitud persistente en casi
todas las culturas. Algunos escapan del presente a traves de las drogas, otros
lo hacen por medio de la lectura, otros se escapan de la realidad sumergiéndose
en Netflix, HBO Max o Disney+.
¿Por qué despreciamos el presente? La respuesta es que
en él encontramos el dolor, la tristeza y el miedo. No queremos sentir nada de
eso. Somos una sociedad hedonista que únicamente quiere experimentar placer. ¡Y
el placer no tiene nada de malo! El problema es cuando no entendemos que una
vida realmente plena es aquella donde el dolor y el placer se acogen de la
misma manera. Y no es que yo quiera exaltar el dolor, no. Lo que quiero decir
es que la verdadera felicidad únicamente se puede hallar cuando estamos dispuestos
a llorar con toda nuestra alma, a reír a carcajadas, a bailar de alegría y a
temblar de miedo, a amar con todas nuestras fuerzas y a que nos rompan el corazón
en el proceso. Como diría Ernest Hemingway: “Todos estamos rotos, así es como entra la luz.”
Algo que ha caracterizado el odio a la vida que han
profesado las religiones es el anhelo de una vida en el más allá. Los líderes
de las grandes empresas tecnológicas saben esto y ahora han creado el Metaverso,
una plataforma de realidad virtual que tiene como principio la
interacción entre usuarios. Mark Zuckerberg lo está vendiendo como un espacio
que nos permitirá vivir una segunda vida en línea.
¿Para qué queremos una segunda vida en línea cuando no
hemos podido solucionar esta? ¡Esa es la clave! La segunda vida en línea puede
ser una vida ideal, fantasiosa, libre de dolor. Queremos tener una vida
paralela (en línea) para evadir al dolor que podamos experimentar en nuestro
aquí y ahora. La locura se va a desatar cuando las personas empiecen a trabajar
en esta vida para comprar terrenos, casas y amantes en su vida paralela.
En conclusión, esto no se trata de demonizar los
avances tecnológicos. La tecnología, cuando se usa adecuadamente, puede
ayudarnos a ser más conscientes. Hoy en día hay aplicaciones móviles, páginas
de Facebook o Instagram y series o películas de las plataformas de streaming
que nos invitan a vivir el presente. Así que el problema no es el Metaverso, sino
el uso que cada uno le dé.
Excelente artículo, tratar de huir atravez de cualquier mecanismo del momento presente, es huir y rechazar la vida misma.
ResponderEliminarMuy buen artículo, y de hecho, como lo expresa Walphola Rahula en "Lo que enseñó el Buda", hacer dos cosas al mismo tiempo es huir de una de ellas, es huir del ahora
ResponderEliminar