Por
Walter J. Velásquez
Los
autodenominados gurús de la felicidad le enseñan a sus seguidores que existen emociones
“positivas” las cuales hay que potenciar y emociones “negativas” que deben ser
destruidas, evitadas o neutralizadas. En la mayoría de seminarios de
motivación, libros de autoayuda y sesiones de coaching se deja claro a
sus participantes que hay que ser felices a costa de todo.
Desde
un punto de vista más amplio, las emociones no son buenas ni malas. Dentro del
ser humano existen una serie de emociones que forman parte de su paquete
biológico, de su humanidad y que están ahí porque cumplen una función adaptativa
específica.
Los
seguidores de estos gurús de la felicidad pronto se dan cuenta de que, por más
que lo intentan, no es posible sentirse felices todo el tiempo. Entonces
experimentan sentimientos de culpa donde se enojan contra ellos mismos por no
ser felices.
Con
el fin de mantener ese imperativo moral de ser felices crean una máscara que
llevan a todos lados la cual les permite fingir a sus amigos una felicidad
postiza y superficial. Pero esta máscara no les alcanza para mentirse a sí
mismos así que viven en un conflicto terrible con su propia humanidad.
Al rechazar
sus emociones “negativas”, como ellos las llaman, estas se reprimen en el
inconsciente donde se deforman y se degradan a medida que son negadas o
ignoradas. Es así como el enojo se convierte en ira destructiva, el deseo
sexual en lujuria incontrolable, la tristeza en depresión o el miedo en
ansiedad.
La
pregunta que surge es: ¿En qué momento de la historia nos enseñaron a negar
nuestras propias emociones? Todo empezó en Estados Unidos durante el siglo XIX.
En ese momento la religión estaba influida por el calvinismo el cual llevaba a
las personas a ser muy pesimistas como si quisiera que vivieran en un estado de
depresión permanente. Como una reacción a esta forma tan pesimista de ver la
vida, surgió una corriente llamada Nuevo Pensamiento que promulgaba que
solamente debíamos cultivar pensamientos y emociones “positivas”.
Así
como el calvinismo llevaba a las personas a juzgarse a sí mismas y a sentirse
culpables por el pecado; el Nuevo Pensamiento llevó a las personas juzgarse de
forma despiadada y a condenarse por tener emociones espontaneas como la
tristeza o el enojo.
En
este punto, algunos lectores pueden estarse haciendo la pregunta: “¿Qué tiene
de malo ser feliz o pensar de manera positiva?”. Mi respuesta es: No hay nada
de malo en la felicidad. El problema es que rechazar ciertas emociones y
potenciar otras no nos lleva a ser felices. Por el contrario, hace que el ser
humano se divida a sí mismo viviendo en un conflicto constante entre las
emociones que siente de manera espontánea y las emociones que piensa que
debería sentir. Se genera una guerra interior constante entre “lo que es” y lo
que “debería ser”.
Mi
definición de felicidad es que esta es un estado de bienestar permanente. Para
que haya bienestar todo el conflicto interior del hombre debe cesar. ¿Cómo
puede haber bienestar en una persona cuando vive luchando contra sus propias
emociones y sintiéndose culpable por no ser lo suficientemente positivo?
El
bienestar real llega en el momento en que el ser humano deja de etiquetar sus
emociones como “buenas” o “malas” y se convierte en un observador imparcial de
las mismas. Cuando esto sucede, las emociones que antes se reprimían y con el
tiempo terminaban desbocándose, empiezan a encontrar su equilibrio y a fluir de
una manera más armónica.
No
quiero que creas que esto es cierto solamente porque yo lo digo. Aplícalo en tu
vida hoy mismo y observa lo que pasa. Por ejemplo, si sientes mucha ira, en vez
de juzgarla como algo “negativo”, toma consciencia de la emoción. Lo primero
que puedes hacer es ubicarla en tu cuerpo, sentirla, aceptarla y acogerla. Si
haces esto a medida que respiras profunda y pausadamente, al poco tiempo
sentirás que la emoción se transforma dejando una sensación de bienestar en
todo el cuerpo.
Así
que no estoy apelando a que seas pesimista o te mantengas triste o enojado todo
el tiempo. De hecho estoy de acuerdo con que las personas alegres y optimistas
tienen mayores probabilidades de tener éxito en la vida. He hablado de la pronoia como una actitud positiva ante la vida que te abre muchas puertas.
Lo
que estoy señalando en este artículo es la falsa felicidad que venden en
seminarios y conferencias, esa felicidad instantánea que quieres comprar como
si fuera una mercancía barata.
Te
invito a conocer la verdadera felicidad que no consiste en estar riendo a
carcajadas todo el día, sino en estar en paz contigo mismo y con el Universo.
Este estado de bienestar se obtiene cuando abrazas todas tus emociones y todas
tus experiencias aceptándolas de forma plena.
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