martes, 4 de febrero de 2014

La Verdad sólo se conoce en el Ahora

¿Puede la verdad ser atrapada en una doctrina estática? Los grandes Maestros saben que nos es así. Para conocer la Verdad hay que estar presentes en el Ahora, ya que esta puede mutar de momento a momento. Esto no quiere decir que la verdad sea algo subjetivo o personal, claro que no, la Verdad es objetiva y trascendente, pero la mente sí es subjetiva y cambiante. Por lo tanto, cuando alguien está identificado con su mente, recibe la enseñanza de su Maestro de acuerdo a su estado mental actual. Pero esa no es la verdad estática, a medida que el individuo despierta puede recibir enseñanzas más profundas y directas.

El mismo Jesús no tenía una enseñanza estática para todos sus seguidores. Al joven rico que se le acercó solicitando ser aceptado como discípulo le pidió que renunciara a sus riquezas. Pero no hizo lo mismo con Nico0demo o José de Arimatea, quienes también eran ricos. Esto sucedió porque el joven estaba apegado a sus posesiones, mientras que José y Nicodemo no tenían ese problema.

Ramakrishna también era conocido porque sabía leer el estado espiritual de las personas y les enseñaba de acuerdo a este. A unos los iniciaba en Bhakti, a otros les transmitía el Jnana yoga y a otros los iniciaba en la ciencia del Raja yoga. Esto lo hace un Maestro iluminado que sabe que la verdad no es estática y siempre se da de acuerdo al nivel de compresión de cada individuo. La siguiente historia nos ilustra cómo la enseñanza puede variar de persona a persona de acuerdo a su estado mental.

Un joven discípulo solicitó al Maestro Iluminado el asistir en silencio a las entrevistas que éste concedía a aquellas personas que iban en busca de su consejo y sabiduría. La primera visita fue la de un hombre que preguntó: -Maestro, ¿Dios existe? -Sí -fue la lacónica respuesta. En la segunda visita una mujer también preguntó: -Señor, ¿Dios existe? -No -fue en esta oportunidad la contestación. En una tercera visita un joven interrogó: -Iluminado, ¿Dios existe? En esta ocasión, el Maestro guardó silencio, y el joven se marchó sin una respuesta a la pregunta formulada.


El discípulo, desconcertado por la extraña conducta del Maestro, no pudo por menos que preguntarle: -Señor, ¿cómo puede ser que a tres preguntas iguales hayas respondido de modo diferente cada vez? -Lo primero que has de saber -contestó el Maestro- es que cada contestación va dirigida a la persona que pregunta y por tanto no es para ti ni tampoco para nadie más. Y lo segundo es que he respondido de acuerdo con la realidad y no con las apariencias. En el primer caso se trataba de un hombre en el que mora la divinidad pero que ahora vive un momento de oscuridad y duda, por eso he querido apoyarlo. El segundo caso se trataba de una mujer beata apegada a las formas externas de la religión que ha descuidado a su familia por atender el templo, y por ese motivo es bueno que aprenda a encontrar a Dios entre los suyos. El tercer caso se trataba sólo de alguien que ha venido a verme por curiosidad y sencillamente ha improvisado esa pregunta como podía haber hecho cualquier otra.

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