martes, 25 de febrero de 2014

Cielo y tierra

Las religiones nos venden el cielo como lo más sagrado. El cielo es ese lugar especial en el cual, si somos buenos, iremos al morir. La creencia en el cielo hace que muchas veces despreciemos la Tierra y busquemos a toda costa un escape a nuestra vida cotidiana.

Pero el cielo no es sagrado, porque fue creado por la mente como un escape imaginario a la realidad terrenal. En cambio, la Tierra sí es sagrada, porque es aquí donde vivimos, aprendemos, crecemos y expresamos nuestro Ser. Es en la Tierra –y no en el cielo- donde nos iluminamos, donde despertamos.

La creencia en el cielo hace que la gente se enfoque en las cosas externas para buscar a Dios. Ellos piensan que la entrada al cielo se mide por la cantidad diaria de rituales (mantras, decretos, plegarias, etc.) que hacen, por pertenecer a una secta o por asistir a cierto número de retiros espirituales al año. Pero no, la espiritualidad no es nada de eso. La espiritualidad se mide por cómo reaccionamos ante lo que nos sucede en la cotidianidad de la vida. ¿De qué sirve apartar dos horas en la mañana a hacer hermosos rituales si en la tarde o la noche explotamos con facilidad ante una palabra pronunciada por el hijo o la esposa?


La Tierra es sagrada porque es de instante en instante, siendo conscientes del Aquí y Ahora, como expresamos nuestro Ser y contagiamos a los demás para que despierten también. La pregunta no es si existe vida después de la muerte (al morir lo sabremos), la pregunta es si existe vida antes la muerte. ¿Vives la vida plenamente? 

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