sábado, 18 de enero de 2014

Ser y No-Ser


Un monje, que estaba a la búsqueda,
pidió a un mercader
una limosna.

El mercader, por un momento, lo miró
y preguntó al dársela:
—¿Cómo puede ser que tú
a mí me tengas que pedir
aquello que te falta para tu sustento,
y al mismo tiempo me menosprecies a mí
y también mi vida,
cuando nosotros te concedemos lo que necesitas?

El monje respondió:
—Comparado con lo Último que busco,
todo lo demás parece poco.

El mercader, empero, volvió a preguntar:
—Si un Último existe,
¿cómo puede ser algo
que pueda buscar o encontrarse,
como si al final de un camino se hallara?
¿Cómo podría uno
salir a su encuentro y,
como si entre otras muchas cosas fuera una,
apoderarse de ello?
¿Y cómo, por otra parte,
podría uno volverle las espaldas y,
menos que otros,
ser llevado por ello
o estar a su servicio?

El monje contestó:
—Lo Último encuentra
el que renuncia
a lo cercano y lo presente.

El mercader, empero, siguió razonando:
—Si un Último existe,
es próximo a cada uno,
aunque, como en todo Ser un No-ser
y en todo Ahora un Antes y un Después,
escondido
en aquello que aparece
y permanece.
Comparado con el Ser,
que experimentamos como pasajero y limitado,
el No-ser nos parece infinito,
igual que el De Dónde y el Adónde
comparado con el Ahora.

El No-ser, sin embargo,
se nos revela
en el Ser,
igual que el De Dónde y el Adónde
en el Ahora.

El No-ser, como la noche
y la muerte,
es principio sin conocimiento,
y sólo brevemente,
igual que un relámpago,
nos destella su mirada
en el Ser.

Así, lo Último
también a nosotros
se nos acerca sólo en lo próximo,
y resplandece
ahora.

Ahora también el monje preguntó:
—Si lo que dices fuera la verdad,
¿qué quedaría aún
para ti y para mí?

El mercader le dijo:
—Aún nos quedaría,
para un tiempo,
la Tierra.

Bert Hellinger

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