miércoles, 18 de diciembre de 2013

Vipassana, por Claudio Naranjo

El Vipassana es, según la enseñanza de Gautama Buda, la cualidad de estar Conscientes del Aquí y el Ahora. El siguiente extracto es tomado del libro “Carácter y Neurosis”, el cual es quizá uno de los textos donde se exponen con mayor detalle los múltiples juegos del ego. La virtud de este libro estriba no sólo en exponer al ego con tanta claridad, sino en mostrarnos la génesis de este impostor, dada a partir de las experiencias tempranas de la infancia. Su autor, Claudio Naranjo, es un psiquiatra chileno pionero de la psicología transpersonal quien ha logrado tender un puente firme entre la espiritualidad y la psicología. En su corazón ha logrado el equilibrio entre la ciencia y el espíritu como una muestra de que estas dos disciplinas pueden convivir en armonía bajo un mismo techo. He aquí un extracto del citado  libro:


"Existen numerosos libros publicados sobre el vipassana, que pueden servir tanto de estímulo como de base para una mayor comprensión del tema, pero terminaré este conjunto de sugerencias con las siguientes instrucciones de vipassana, que pueden ponerse en práctica a partir de este mismo día:

• Siéntese en una silla o, preferentemente, en la postura de medio loto o en un banquillo de meditación.
• Cierre los ojos y relájese. Relaje los hombros, asegúrese sobre todo de relajar la lengua -más conectada con los diálogos internos de lo que normalmente se piensa-, deje su cuerpo colgar de la columna y húndase, si le es posible, en su vientre. Relaje también las manos y los pies.
• Ahora, esté atento a su respiración.
• Deje, si es posible, que su animal interno haga 'la respi­ración -o su cerebro inferior-, en lugar de ordenarse a sí mismo las inspiraciones y espiraciones de un modo militar.
• Añada ahora la conciencia de la elevación y descenso del abdomen superior a la conciencia necesaria para dejar caer las tensiones musculares y estar en contacto con la respiración. Intente sentir la pared abdominal en el epigastrio (es decir, la región triangular bajo el borde del esternón y entre las costillas inferiores descenden­tes) mientras éste sube y baja con cada ciclo respirato­rio. Mantenga contacto con su «plexo solar» mientras su pared abdominal sube y baja con cada ciclo respira­torio.

Aunque lo anterior puede ser práctica suficiente para va­rias sesiones de meditación, es sólo una base para la práctica del vipassana propiamente dicho. Cuando la haya probado y haya de­sarrollado con ella alguna capacidad, considere su respiración como un recordatorio para preguntarse en cada inspiración «¿Qué experimento ahora?». De esta manera, el ejercicio de me­ditación se transforma en un ejercicio de conciencia progresiva de los sucesos mentales, sin olvidar la respiración o el foco abdo­minal.

Por supuesto, no es necesario que la pregunta «¿Qué ex­perimento ahora?» sea puesta en palabras. El propio acto de res­pirar puede tomarse como el equivalente de una pregunta sin pa­labras o como un recordatorio mudo para estar en contacto con lo que sea que ocurra en el cuerpo, sentimientos y aspectos más sutiles de la mente.

Mientras que lo anterior se corresponde con intentos contemporáneos de la psicoterapia para estar en contacto con el «aquí y ahora», la característica distintiva de la práctica del vipas­sana es una actitud peculiar hacia la experiencia que está teniendo lugar: una actitud centrada comparable a la que hemos tratado en relación con la conciencia de la vida diaria: una actitud neutral de dejar espacio para lo que se dé, una actitud de disponibilidad panorámica de la atención. Pero, más profundamente, es una ac­titud de no retener nada y no rechazar nada: una actitud de aper­tura y de ecuanimidad desapegada.

Quizá lo más importante que puedo decir a quien me haya seguido hasta aquí, poniendo en práctica mis sugerencias, es que vaya más allá del estudio de sí mismo, de la conciencia de sí mismo y de la propia comprensión de sí mismo, a un grado mayor de confesión de esta comprensión de la personalidad que se ha obtenido. Esto puede haberse dado espontáneamente, puesto que lo que descubrimos de nosotros mismos tiende a apa­recer en nuestra comunicación, pero hay algo que puede cultivar­se, en la medida en que comprendemos que no sólo la verdad es compatible con una vida plena, sino que también el compartir con veracidad (en ciertas relaciones escogidas) puede ser un ca­mino en sí mismo; y, contrariamente, la incapacidad o la falta de deseo de ser auténtico, al menos en estas relaciones compartidas, contribuye a la perpetuación de nuestro propio encarcelamiento en el mundo."




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