jueves, 18 de junio de 2015

El Sacramento del momento presente


Portada del libro "Abandono a la Divina
Providencia" del Padre de Caussade.
¿Un sacerdote católico impartiendo enseñanzas sobre cómo vivir en el Ahora? Claro que sucedió. Pero no se trata de algún sacerdote que leyó un libro de Eckhart Tolle y luego lo incorporó a su sermón dominical. Nada de eso, estamos hablando del padre Jean Pierre de Caussade, quien vivió entre los años 1675 y 1751 ¡Hace 264 años!

La visión de Dios del padre de Caussade, por momentos se aleja del concepto cristiano del Dios personal, para acercarse más a la visión de una Consciencia impersonal que está presente en todas las cosas y en todo momento.

En nuestro blog, la palabra “Dios” puede significar dos cosas dependiendo del contexto en que se use:
1.    Un concepto mental usado para manipular las mentes.
2.    Un símbolo para representar de forma personal la Consciencia impersonal.

Podemos ver claramente que tanto el concepto de “Dios” como de la “Voluntad de Dios” del Padre de Caussade, se refiere más a la segunda interpretación. Por ello, si reemplazáramos la palabra “Dios”, en los escritos del padre de Caussade, por la palabra “Consciencia”, podríamos tener una comprensión actual de sus enseñanzas, muy parecidas al estilo moderno de Eckhart Tolle o Jeff Foster.

El siguiente artículo ha sido tomado de la página Catholic.net. (El momento presente). Escrito por el padre Fernando Pascual, resume las enseñanzas más significativas del padre de Caussade sobre el momento presente. Dicha enseñanza se relaciona directamente con la esencia del Zen o del Vedanta Advaita que citamos en este blog. Lo que esto muestra, es que el Momento Presente no es una nueva moda, sino una antigua concepción de la vida que se ha vertido en las principales religiones y culturas de todos los tiempos. A continuación, el artículo:


(…) el P. de Caussade enseñaba a confiar plenamente en la Providencia, a vivir el momento presente de modo profundo, a descubrir en lo cotidiano la grandeza del Amor divino.

“El momento presente es, pues, como un desierto, donde el alma sencilla sólo ve a Dios, y de Él goza, sin ocuparse de nada más que de lo que Él quiera de ella: todo lo demás queda a un lado, olvidado, abandonado a la Providencia” (P. de Caussade, “El Abandono en la Divina Providencia”, cap. II).

El mundo de Dios queda así a disposición de todos, porque el lenguaje divino es sumamente cercano, cotidiano. No hace falta recurrir a métodos especiales, ni a charlas de grandes profesores, ni a días de retiro en un monasterio. Basta con vivir bien lo ordinario para incrementar el amor a Dios y las virtudes cristianas.

Lo “extraordinario” puede ayudar, es algo muy bueno. Nadie lo duda. Pero se logra mucho más a través de la escucha continua de Dios en el presente más humilde, más sencillo, más repetitivo.

En esta clave, es posible descubrir la voluntad de Dios en cada momento presente: en el teléfono que suena, en la puerta que chirría, en la tos que nos empieza a inquietar, en la gotera del piso de arriba, en las palabras amables de un amigo, en la mirada inquisitorial del jefe de trabajo. Como también en el presente que gime en el viento, que hace acrobacias en la golondrina, que llora en el familiar enfermo, que me abraza cuando llego a casa, que me despierta desde la visita de un mosquito.

La santidad, entonces, está al alcance de todos: no es una conquista de pocos “iniciados”, no es un sueño remoto alcanzable sólo por algunos “seres superiores”. Para el P. de Caussade, la acción divina llega a todos. Lo que hace falta es abrir bien el alma para dejarse guiar por el Maestro interior a través de las mil peripecias, sencillas y normales, de cada día.

“La acción divina es más extensa y presente que los diversos elementos. Entra en vosotros por todos vuestros sentidos, siempre que usáis de ellos según la voluntad de Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo lo que le sea contrario. No hay átomo que, al penetraros, no haga penetrar con Él esta acción divina hasta la médula de vuestros huesos. Los humores vitales que llenan vuestras venas corren por el movimiento que Él les imprime. Todas las diferencias de fuerza o debilidad, de euforia vital o de desfallecimiento, la vida y la muerte, no son sino instrumentos divinos que están obrando. Y así, hasta los mismos estados corporales son todos obras de gracia. Todos vuestros sentimientos y pensamientos, vengan de aquí o allá, todo procede de esta mano invisible” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).

¿Tan sencillo, tan fácil? Parece que preferimos seguir caminos más tortuosos, hacer sacrificios especiales, buscar métodos y lecturas refinadas. Mientras, dejamos de lado un camino ofrecido a todos, porque a todos ama Dios, y a todos invita a escuchar y aceptar Su Voluntad a través del momento presente. Lo “único” que hay que hacer es decirle a Dios, con mucha confianza, “fiat, hágase”.

Sigue el P. de Caussade:

“El momento presente es siempre como un embajador que manifiesta la voluntad de Dios, y el corazón fiel le responde siempre: fiat. Así el alma en todas las alternativas se encuentra en su centro y lugar. Sin detenerse jamás, va viento en popa, y todos los caminos y maneras la impulsan igualmente hacia adelante, hacia lo ancho e infinito: todo es para ella, sin diferencia alguna, medio e instrumento de santidad, en tanto considere siempre que eso que se presenta es lo único necesario [Lc 10,42]” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).

Por eso el alma deja de lado cualquier preferencia para acoger, simplemente, las indicaciones con las que cada día le habla el Señor.

“No busca ya el alma con preferencia la oración o el silencio, el retiro o la conversación, la lectura o la escritura, ni la reflexión o el cesar de discurrir; no le preocupa el alejamiento o la búsqueda de libros espirituales, o elegir entre abundancia o escasez, enfermedad o salud, vida o muerte. Simplemente, lo que ella busca en todo momento es la voluntad de Dios; lo único que pretende es el despojamiento, el desasimiento, la renuncia a todo lo creado, sea real o solamente afectiva, no ser nunca nada por sí y para sí, ser siempre en la voluntad de Dios, para agradarle en todo, haciendo de la fidelidad al momento presente su única alegría, como si no hubiera otra cosa en el mundo digna de su atención” (“El Abandono en la Divina Providencia”, cap. IX).

Existe, según la atrevida fórmula usada por el P. de Caussade, un “sacramento del momento presente”. Como todo sacramento, su eficacia en cada uno de nosotros depende de la fe con la que lo acojamos, del amor con el que lo vivamos.

Desde ese “sacramento” seguimos en camino, como tantos santos sencillos y grandiosos, que vivieron lo ordinario de modo extraordinario, que supieron descubrir cómo Dios viste a los lirios del campo, da de comer a los pajarillos, y ama intensamente a cada uno de sus hijos...

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