domingo, 1 de junio de 2014

La competencia

Vivimos en un mundo donde, desde pequeños nos enseñan a ser competitivos. Pero esa necesidad de superar al otro, que surge del deseo del ego de prevalecer sobre el ego de los demás, tiene un alto costo: la fragmentación de la sociedad, lo cual es un aliciente inconsciente para el odio que se alimenta de la ilusión de control y superioridad.



Por Anthony de Mello. Tomado del libro: “¡Despierta! Charlas sobre la espiritualidad

(La competición) puede ser cruel si se basa en el odio a uno mismo y a los demás. La gente se siente bien sobre la base de que otros se sientan mal; usted gana derrotando a otro. ¿No es terrible? ¡Aceptado como obvio en un manicomio!

Un médico norteamericano escribió  sobre el efecto de la competición en su vida. Él asistió a una escuela de medicina en Suiza, en la cual había un grupo grande de norteamericanos. Cuenta que algunos de los estudiantes se conmocionaron cuando se dieron cuenta que no había calificaciones, no había premios, no había cuadro de honor, no había un primer o segundo puesto en la escuela. El estudiante aprobaba o no aprobaba. Dijo: "Algunos no podíamos aceptarlo. Nos volvimos casi paranoicos. Creíamos que tenía que haber algún truco". De manera que algunos se fueron para otra escuela.

Los que se quedaron descubrieron algo extraño que nunca habían encontrado en las universidades norteamericanas: Los estudiantes brillantes les ayudaban a los otros a aprobar, compartiendo con ellos sus apuntes. El hijo de este médico asiste a la escuela de medicina de los Estados Unidos y le cuenta que en el laboratorio, la gente frecuentemente altera el microscopio de manera que el siguiente estudiante demore tres o cuatro minutos en ajustarlo. Competición. Tienen que tener éxito, tienen que ser perfectos.

Y relata una bella historia, la cual dice él que es verdadera, pero que podría ser una hermosa parábola. Había una aldea en los Estados Unidos en donde la gente se reunía por la tarde a escuchar música. Tenían un  saxofonista, un tamborero y un violinista, la mayoría de ellos, personas de edad. Se reunían para estar juntos y para gozar de la música, aunque no la ejecutaban muy bien. De manera que se divertían, gozaban, hasta que un día decidieron conseguir un nuevo director que  tenía mucha ambición y mucha energía.


El nuevo director les dijo: "Amigos, tenemos que dar un concierto; tenemos que preparar  un concierto para la aldea". Luego, gradualmente, fue descartando a algunas de las personas que no tocaban muy bien, contrató algunos músicos profesionales, organizó la orquesta, y los nombres de todos aparecieron en el periódico. ¿No era maravilloso? De manera que decidieron mudarse a la gran ciudad y tocar allí. Pero algunos de los ancianos con lágrimas en los ojos, dijeron: "Era tan maravilloso en aquellos tiempos cuando hacíamos mal las cosas y gozábamos con ellas". De manera que la crueldad entró a su vida, pero nadie la reconoció como crueldad. ¡Miren cuán loca se ha vuelto la gente! 

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