domingo, 31 de agosto de 2014

Polvo de estrellas

Los científicos han descubierto que las moléculas que conforman nuestro cuerpo, como el carbono y el calcio por ejemplo, sólo pudieron formarse en el interior de una estrella. Eso quiere decir que estas moléculas han viajado millones de años a través del tiempo para conformar nuestro cuerpo. Por lo tanto las estrellas que supuestamente han muerto, en realidad viven a través de nosotros. Somos polvo de estrellas, somos eternos.

En un bosque no hay muerte. Cuando muere el árbol o el ave, estos caen sobre la tierra y se desintegran convirtiéndose en el fertilizante que permite que otras plantas vivan, las cuales a su vez le aportan alimento a otros animales. De este modo, el animal o árbol muerto continúa viviendo en el nuevo árbol que se alimenta de estos, y vuela en las alas de los pájaros que se alimentaron de los frutos de la nueva planta. Si regaran tus cenizas en las raíces de un árbol este absolvería los nutrientes de las mismas y viajarías por el aire convertido en perfume de flores.

Desde este punto de vista la muerte no existe. Somos eternos porque las moléculas al desintegrase se transforman en algo más que sobrevivirá al tiempo. Pero el hombre busca otra clase de inmortalidad, la del yo. Entendemos al yo como la suma de todos los recuerdos, condicionamientos y programaciones que hemos almacenado en el cerebro. Ese yo quiere ser inmortal y por eso sueña con una vida futura más allá de la muerte del cuerpo.

Si el yo está construido con recuerdos, los cuales son irreales porque son tan sólo una imagen del pasado inexistente, entonces el yo no es real. Más allá del yo hay algo que no tiene tiempo y que no está limitado por el espacio. Ningún nombre puede definirlo, es algo que escapa a la comprensión humana y que en la antigua China fue descrito como el Tao.

El Tao es algo que no puede ser atrapado en conceptos humanos. Es algo que trasciende la individualidad del yo. Si somos eternos entonces, es porque somos el Tao mismo, somos el Cosmos. No estamos limitados por las murallas ficticias del yo. Somos algo que precede al Big Bang y que seguirá existiendo cuando este Universo cumpla su ciclo, algo que siempre ha sido, es y será.


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